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El Telégrafo

Sangre en Carondelet

09 de mayo de 2013

Mientras Julián Assange cumplirá en junio próximo un año de encierro involuntario, aunque salvador, en la embajada ecuatoriana de Londres, las verdades que él desencadenó en potentes chorros a escala universal siguen golpeando con fuerza al gran imperio del dólar, mediante millones de WikiLeaks que documentan el siniestro papel de su diplomacia, al confabularse con toda clase de bribones para propiciar golpes de Estado y manipulaciones mil  en las que la mano enguantada de la CIA asoma inconfundible.

Es el caso del Ecuador, donde vemos la poca simpatía de los yanquis hacia la dictadura militar del general Guillermo Rodríguez Lara, particularmente por su política petrolera nacionalista, que le llevó a ingresar en la OPEP, crear CEPE, anular concesiones   gangsteriles, como las otorgadas por el presidente Otto Arosemena Gómez al fantasmal consorcio norteamericano ADA en el Golfo de Guayaquil. Por esos WikiLeaks, publicados únicamente por El Telégrafo, sabemos también que el golpe palaciego que desplazó a esta dictadura -que duró desde febrero de 1972 hasta comienzos del 76- gozó de las simpatías imperialistas porque el jefe del nuevo gobierno instalado en Carondelet, el almirante Poveda, “es el más pro norteamericano”, como lo califica el embajador Brewster.

Lo que no revelan los documentos publicados -es de esperar que asomen otros nuevos- es la macabra tragicomedia encabezada por el general Raúl González Alvear el 1 de septiembre de 1975, comandada no desde un cuartel militar, sino ¡desde una funeraria! Desde la funeraria Quito, ubicada en Mejía y García Moreno, por más señas. Una caricatura de golpe de Estado, que nació, como se ve, con olor a cadáver y que produjo un baño de sangre dentro y fuera del Palacio de Carondelet: 11 soldados muertos, 14 civiles asesinados, y más de 20 militares y ciudadanos heridos.

En cuanto al héroe de la jornada, capitán araña de alto rango, que hubo ya penetrado al palacio para hacerse cargo de los destinos del país, salió a la carrera, saltando entre muertos y heridos, para refugiarse él solo, abandonando a sus compañeros de complot, en la casa del embajador norteamericano, el cual le recordó que Estados Unidos no reconoce el derecho de asilo, por lo que le encaminó a la embajada de Chile, que en nombre del gran Pinochet lo acogió maternalmente. Allí terminó la aventura golpista del general Raúl González Alvear, cuya hazaña la relata él mismo en un mamotreto de 474 páginas, un libraco titulado “Memorias para la historia ecuatoriana- 1 de septiembre de 1975”, publicado en 2004.

Entre otras maravillas, el libro contiene un documento que los agentes de la CIA pusieron a circular profusamente antes del fallido golpe, como uno que se atribuye a un anónimo “investigador militar” y que contiene una lista de personajes políticos y periodistas que supuestamente se hallaban a sueldo de Rodríguez Lara, en la que figura el escritor Jaime Galarza Zavala, que por entonces estuvo preso durante dos años, justamente bajo el gobierno de Rodríguez Lara, a raíz de la publicación de su obra “El festín del petróleo”. Los militares de hoy deberían conocer bien esta historia, que es una breve enciclopedia de la infamia y la traición. Así comprenderían mejor lo que son la CIA y el fascismo.

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