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El Telégrafo

Salud y sexualidad

28 de diciembre de 2013

La sexualidad se ha construido culturalmente sobre la base del instinto objetivo del cuerpo para la reproducción. Es la herencia animal que nos llega con los genes. La cultura, básicamente occidental o europea, dominante, influenciada por la religión cristiana, y el Estado al servicio de los grupos dominantes, prohibió el placer corporal porque consideraba al cuerpo como cárcel del alma subjetiva, la que debía ser salvada.

La carne -junto al mundo y al demonio- se consideraba como la enemiga de la naturaleza humana. Así se estructuró la moral como norma del grupo dominante para subyugar a los otros. Pero así como la humanidad superó, con dificultades y tras milenios, el modo esclavista, y superó, con iguales trabas y en mucho tiempo, la obediencia de la mujer al servicio del hombre, tiene que superar las limitaciones para dejar en libertad las posibilidades placenteras del cuerpo humano.

El concepto de pecado y de culpa, generalmente referido a lo sexual, está desapareciendo en nuestra cultura para dar paso a un disfrute más pleno de la sexualidad. El desarrollo de esa sexualidad más sana, y de una vida de mejor calidad en lo físico y en lo subjetivo, constituye ahora un derecho social.

Los niños, los jóvenes y los adultos de hoy conocen más sobre sus propios cuerpos y su sexualidad y disfrutan sin las antiguas limitaciones, y sin considerar al sexo como ‘pecaminoso’. La mayor virtud no es la abstinencia sino el conocimiento.

Hoy tienen más importancia las leyes sociales relativas al derecho de las personas, los pueblos y la naturaleza, que las leyes divinas establecidas por las élites. Cada vez más personas consideran que no está bien confesar sus culpas a los oídos de otros seres humanos que se creen capaces de perdonar los pecados. “La confesión católica -señalaba Foucault- fue siempre un medio de regular la vida sexual de los creyentes”.

Las nuevas miradas sobre el cuerpo, sus deseos y sus usos descubren sus virtudes físicas y mentales. La sexualidad ya no está escondida en la alcoba de los padres. Las parejas de adultos al disfrutar de los placeres corporales con mayor libertad, mejoran su salud física y mental. La sociedad debería lograr, por sí misma, que cada vez menos personas hagan mal uso del sexo y tengan menor riesgo frente a las enfermedades, así como alcanzar la mejor educación, con más libertad de decisión, para que cada uno sea dueño de su propio cuerpo y contribuya a disminuir tanto los embarazos adolescentes como los embarazos no deseados.

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