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El Telégrafo

Salir a la calle

10 de julio de 2013

En este mundo tan lleno de prejuicios, temores y mentiras, todo acrecentado por los medios, que entre la espectacularidad y el rigor escogerán -porque la información es también negocio- lo primero, lo más preciado será aquello que el escándalo titula.

En este mundo súper informado, que más bien ha devenido espiado, resulta más fácil contactar a través de la redes que el cálido cara  a cara. La red, que puede ser buena para otras cosas, trasladar rápidamente un dato, confirmar una fecha, no siempre identifica matices.

En este mundo cada vez más urbano, y Nueva York es la urbanización total, podría resultar más sencillo desbaratar los prejuicios. Tanta gente pasa, con tantos colores y sonidos, en esta megalópolis parece todo posible y, sin embargo, no logro desembarazarme de todo aquello que quizá me forjó temprano. Estoy en el vientre del imperio, oigo a su dirigencia, siento lo que pasa en algunas instituciones supuestamente defensoras de la paz, pero también veo a gente en bicicleta, desenfadada y me digo: ¿Cómo llevarán ellos este peso de ser potencia, sobre todo militar? ¿Cómo soportar todas las miradas tantas veces escrutadoras?

Me digo esto porque también debo yo domesticar la cólera de tanta simpleza que la prensa me espeta. Meridith Kohut escribe para The New York Times una opinión sobre Ecuador, a propósito del tema Snowden, tan llena de esos prejuicios del principio.

El tal Kohut, al que le parece que “Mundo Mac” es una ridiculez porque no alcanza el tamaño de las megatiendas de Nueva York, no hace ningún esfuerzo para intentar entender de qué está hecha el alma de un país latinoamericano. Desde esa región del planeta, la nuestra, la del centro de la Tierra, ahora queremos proponer un auténtico desarrollo sostenible. Con los niveles de consumo de acá, en el norte, no hay planeta que aguante.

El tal Kohut, que se ha servido de los testimonios de unos “gringuitos”, que en tono burlón anotan que aún consideramos “cool” a los BlackBerry, no ha reparado que hay otras formas de preparar y servir café. ¿Cómo debo hacer para proponer un verdadero intercambio? ¿Cómo? La política real, esa que defiende primero los intereses de los conglomerados bélicos industriales, está como podrida. Meterle el dedo en el ojo al deformado rostro del norte es herejía. Ellos ven así todo lo que devenga respuesta a sus intereses.

La gente de la calle quizá ni siquiera lo sepa, no se entera de lo que le hicieron recientemente a Evo Morales; tal vez no sepa qué es Guantánamo. Y yo, que lo sé, quisiera poder decirles, fraternalmente, que soy como ellos, pero del sur, y que, si no paramos, nos ahogaremos todos.

Vi ríos de gente el domingo 30 de junio desfilando por todo Manhattan, era el Día del Orgullo Gay. La gente sí se manifiesta entonces; la raro es que no lo haga cuando la política los aplasta contra el asfalto.

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