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El Telégrafo

Río+20 = decepción

05 de julio de 2012

La Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo Sostenible que se celebró hace 15 días en Río de Janeiro, y que se promocionó como Río+20, en alusión a los 20 años transcurridos de la primera Cumbre de la Tierra (1992), no tuvo el gran final esperado.

La presidenta anfitriona, Dilma Rousseff, señaló que en la cumbre apenas se alcanzaron acuerdos mínimos, los que se constituyen en las bases para la construcción de un modelo que permita que se hagan realidad los tres pilares del desarrollo sostenible: crecer, incluir y proteger.

Los temas sometidos a discusión, como la “economía verde” y la gobernanza global del medio ambiente, en torno a los cuales los países debieron construir sus posiciones, fueron altamente conflictivos, dificultando el consenso. Muchos de los países plantearon que no valía la pena hablar de “economía verde” si son patrones de producción y consumo capitalistas igual a los que estamos viendo ahora. Pero se entiende que la “economía verde” tiene que ser inclusiva, desde el punto de vista social, y generadora de empleos decentes y de tecnología de mínima destrucción.

En el documento final de este cónclave se expresó que los Estados están profundamente preocupados porque 1 de cada 5 personas, o aproximadamente mil millones, viven en extrema pobreza. Reconoce la severidad de la pérdida global de la biodiversidad, la degradación de los ecosistemas y manifiesta la preocupación por la contaminación marina, ocasionada por los desechos orgánicos, y recoge los avances en las negociaciones para desarrollar un instrumento de protección de las especies marinas más allá de la jurisdicción nacional, bajo la Convención del Mar.

Expone su inquietud por los impactos adversos del cambio climático, que incluyen sequías y eventos extremos, subidas del nivel y acidificación del mar y erosión costera, por la brecha que hay entre los compromisos de los países para reducir sus emisiones de gases invernadero al año 2020, contenidos en los acuerdos de Copenhague, Cancún y Durban; y el camino que se debe recorrer para que el aumento de las temperaturas medias del planeta
se mantenga por debajo de los 2 o 1,5 grados.

Sin ánimo de ser pesimista, creo que los países deberán actuar con prontitud y eficiencia para enfrentar los problemas del desarrollo actual, teniendo en cuenta los desafíos a los que se enfrentará el mundo en la próxima década: 8 mil millones de habitantes demandando recursos naturales, bienes y servicios, los que serán cada año más escasos.

Sin duda alguna, necesitamos cambiar aceleradamente el modelo de desarrollo que se ha venido aplicando desde la Revolución Industrial, hace más de 200 años, y fomentar uno nuevo que ponga a los seres humanos en capacidad de producir riqueza, distribuirla equitativamente, generar un espíritu de justicia, un sentimiento de dignidad, una cultura de respeto y la valoración plena de la naturaleza, en beneficio de las futuras generaciones.

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