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El Telégrafo

Revolución liberal y radical

18 de junio de 2012

La Revolución Liberal ecuatoriana, iniciada con el pronunciamiento popular de Guayaquil el 5 de junio de 1895 y de la cual pasó a ser su gran caudillo el luchador manabita Eloy Alfaro Delgado (1842-1912), fue, después de la revolución de Independencia frente a España, la segunda más importante en la historia del país.

Alfaro era, antes de la revolución, el máximo dirigente del Partido Radical, porque el que entonces se llamaba Partido Liberal estuvo bajo la conducción de Pedro Carbo. Sin embargo, la revolución unificó, aunque sea temporalmente, a las dos tendencias, porque había que librar batalla contra la dominación clerical y conservadora. Con el paso del tiempo, revivieron las diferencias y en la muerte de Alfaro estuvieron comprometidos, como responsables históricos, los “liberales de orden” y sectores vinculados al “placismo”, que encabezaba Leonidas Plaza G.

El liberalismo radical en el poder, con Eloy Alfaro como gobernante durante dos períodos (1895-1901 y 1906-1911), cambió las bases del antiguo poder en el Estado y gracias a ello fue posible realizar profundas transformaciones en la institucionalidad estatal, la legislación civil, la educación laica y la obra pública. Fueron los mayores logros.

Los radicales se distinguieron de los liberales de orden por su orientación social, ya que con Alfaro se procuró generalizar el trabajo asalariado, promover la mejora en las condiciones de vida de los campesinos, montubios e indígenas, impulsar la sindicalización y proveer servicios a través de la Asistencia Pública y la Beneficencia. Aún más: las políticas y acciones de gobierno fueron de amplio beneficio popular y, sin duda, para la nación, conducida en términos de soberanía y con profundo sentido latinoamericanista.

Desde la perspectiva económica, Alfaro fue un promotor capitalista con visión social. Al respecto, debe comprenderse que en un país atrasado, “subdesarrollado” y, sin duda alguna, “precapitalista”, la sola orientación capitalista, impulsada por el liberalismo alfarista, era un paso trascendental. Por eso no puede mirarse la promoción empresarial que se hizo durante los gobiernos de Alfaro, como simple deseo de favorecer al empresariado, particularmente costeño. Suele olvidarse que, a esa promoción, Alfaro acompañó la exigencia de responsabilidad social, algo que fue resistido por las élites del poder, como siempre ha sucedido en la historia ecuatoriana cuando hay gobiernos con orientación popular.

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