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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Restauración derechista

19 de septiembre de 2014

La ubicación en el espectro ideológico en América Latina, y seguramente en el orbe, de la derecha política, corresponde a una posición en el orden vital y se la debe identificar con principios y culto a determinados valores juzgados por sus militantes como perennes e inamovibles que implican leyes sobre la propiedad, tradiciones, con nostálgica dependencia colonial y otras de reconocida aculturación, y una actitud que raya en la lógica del hecho consumado, del sofisma monárquico “lo manda el rey”. Actúa para sustentar la supremacía de minorías sobre los demás; privilegios que considera solo son para su goce y usufructo.

Al margen de sucesos, de personajes o personajillos, la reacción conservadora estableció siempre que el poderío económico y su capacidad de maniobrar y calumniar -antes y después de la independencia de la metrópoli española y la instauración de la república en 1830- era y es básica para la participación y acceso al poder público, sea a través de mandatarios civiles, en procesos electorales -ciertamente en el ayer- amañados o cuartelazos. Recurriendo a uniones concertadas, hijas del señorío terrateniente con militares triunfantes en el proceso libertario, se produce la fundación del partido conservador con Juan José Flores como progenitor y padrino.

Y es que, además, en Ecuador se dieron récords de inestabilidad gubernamental; consta en nuestro acontecer haber tenido en la centuria XIX: gobiernos de la nación simultáneos en Quito, Loja y Guayaquil, múltiples asonadas, una guerra civil que posibilitó la primera revolución, la de Alfaro -traicionada después de la Hoguera Bárbara- iniciando el período del ‘liberalismo de orden’, donde también se dieron matrimonios convenientes, aunque esa vez entre el latifundismo serrano, con la reciente estrenada burguesía agroexportadora de la Costa.

Otros conflictos intestinos e inseguridad institucional de lo que restaba del siglo XX, con una seguidilla de presidentes y de juntas de gobierno, entremezclando ambiciones de mando de civiles con estamentos castrenses, no lograron el bienestar anhelado por el pueblo y el camino al desarrollo nacional. Nuevamente la dicotomía entre el ofrecimiento y la obra se manifestó con sus efugios y falsías.

El conservatismo, para sostener su dominación, ha trocado cualquier ropaje antes y en el momento, con el frac bancario de la derecha económica y también con el overol y el poncho de los nihilistas de la izquierda, como sucede en estos tiempos. En el pasado, tras él, marchaba la familia indígena de sus haciendas en vergonzante peregrinar electoral, hoy lo hace unido a jefes de alguna murga indigenista, capaz de todos los deslices. Antaño, en guerras fratricidas, como la de los ‘cuatro días’, intentada de duplicar en el fatídico 30-S. Ahora en marchas fallidas aliada a la paranoia mediática.

Actualmente, después de ganar unas cuantas alcaldías en febrero último, la derecha de siempre, reencarnada en grupos emboscados, actúa sin delegar mando con los nuevos cruzados elegidos. Turbados por los cambios en Ecuador y prescindiendo de su devenir de despojo e ilegitimidad, con el sustento vil de ONG financiadas por poderes fácticos y la mediocracia esgrimiendo la bandera corsaria del centralismo, el regionalismo y el separatismo y la ayuda de difamadores de feria, pretende retroceder la historia. Ya tiene declaración de principios, versión del carnaval, en Guaranda. Mas, disfraces y máscaras en demasía utilizados, y frescas aún las evidencias del fraude bancario y los atropellos a DD.HH. en regímenes socialcristianos, penados ya por los ecuatorianos, la ponen al desnudo. La patria la conoce bien y jamás la dejará volver.

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