Avanza por el mundo una toma de conciencia sobre el valor de la cultura de equidad, que establece un nivel de ingresos más igualitario. Al mismo tiempo progresa el rechazo al abismo entre los pocos que ganan mucho y el resto, o sea a la inmensa desigualdad en los ingresos económicos que conduce a la desigualdad social.
Esto ha inspirado no solo el surgimiento del Movimiento “Occupy Wall Street”, que no acepta más la codicia, avaricia y corrupción del 1%, sino el de múltiples movimientos de protesta a través del mundo.
También, varios gobiernos están tomando medidas para disminuir los ingresos de altos funcionarios, para dar ejemplo al sector privado. El más reciente, el gobierno ruso. Vladimir Putín firmó un decreto por el que se baja en un 10 por ciento su propio sueldo, el del primer ministro, Dmitri Medvédev, y el de otros muchos cargos públicos y funcionarios de la administración.
En el Ecuador, el presidente Rafael Correa, quien fuera uno de los primeros gobernantes en rebajarse su propio sueldo desde un principio, suscribió el 24 de febrero de 2015 el Decreto Ejecutivo número 601, que reduce los sueldos y salarios de unos 6.500 funcionarios en el nivel jerárquico superior del sector público. Lo que liberará unos 21 millones de dólares “que servirán para financiar la contratación de más de mil médicos y de esa manera combatir la mortalidad materna en todos los sectores del país”.
Esto afecta, desde luego, a los diputados ecuatorianos, que perciben un salario mensual de 6.122 dólares, que es 17,29 veces más que el salario mínimo. Sin embargo, el nuevo salario de 5.009 dólares, no es tan malo, pues cuenta además con los decimotercer y decimocuarto salarios, el fondo de reserva, viáticos y demás prebendas.
En la Federación Rusa, donde la diferencia con el sueldo mínimo ha sido doce veces, ahora es menor, pues también se ha rebajado el salario a 5.566 dólares, lo equivalente en rublos.
Da grima leer y oír en el Ecuador comentarios inapropiados, aun de ciertos asambleístas, que siguen viendo su entidad como la vaca lechera que hay que ordeñar, no como un honroso servicio a la patria. Recuérdese que se habían subido sus sueldos y con carácter retroactivo, politizando el debate de un tema que es de interés mundial.
La cuantía del salario máximo debería debatirse como un todo orgánico dentro de la ley salarial, teniendo en cuenta su relación, tanto con el salario mínimo, como con el salario que devengan las mujeres, que no tiene por qué ser inferior al del varón, dentro de un espíritu cívico de equidad, estimulando la adopción de una cultura de solidaridad, justicia, contraria a la cultura del consumismo arribista, a sabiendas de que todavía son muchos los que apenas subsisten, y de que el mundo vive una crisis económica, financiera, alimentaria que afecta sobre todo a los más pobres, mientras los ricos siguen acumulando y ostentando.
El salario máximo es una de las reivindicaciones de la economía del bien común, una de cuyas propuestas es su reducción a niveles de mayor equidad.