El acoso imperialista se expande y el pueblo lo repudia.
En Cuenca, ante 40.000 ecuatorianos/as que celebraban con firmeza cinco años de Revolución Ciudadana, Rafael Correa coreaba con ellos: “No queremos y no nos da la gana ser una colonia norteamericana... sí queremos y sí nos da la gana ser una patria altiva y soberana”.
Ese grito es toda una política. Confirma la posición soberana y digna en lo internacional, que rescata la soberanía, entregada, vendida, alquilada, resquebrajada, vilipendiada, por la partidocracia subordinada
al imperio.
Ahora, los traidores de todo pelaje claman por la intervención yanqui. Cualquier pretexto vale. No admiten que se defiendan nuestros recursos, que se revisen contratos petroleros, que se exija a las transnacionales respeto a las leyes, a los trabajadores, a la naturaleza, a la vida de los pueblos. No perdonan que se impulse la integración de los pueblos en un marco de solidaridad, con el sueño de Bolívar y otros héroes, para desarrollar el comercio, finanzas y grandes proyectos de mutuo beneficio y sentar bases de independencia, dejando atrás el odioso yugo del FMI y otros, la práctica neocolonial del endeudamiento leonino, que desde siempre nos esclavizó.
No toleran nuestra identidad con Unasur y su Consejo de Defensa, ALBA y su claridad ideológica. Menos que se haya creado la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac). Que nuestro país haya buscado nuevos mercados y fuentes de financiamiento, como China.
Jamás perdonarán el repudio nacional a su descarado intervencionismo, de sangre y muerte, en Irak, Afganistán, Libia; y nuestras relaciones con Irán, otro país con amenazas de invasión.
Se atreven a hablar de derechos humanos y del peligro de las armas atómicas, cuando han masacrado pueblos enteros y lanzado bombas atómicas, asesinando a millones.
No olvidan que el Gobierno renegoció la odiosa deuda, sobre la base del interés nacional, al margen del FMI, ausente en los cinco años de gobierno popular.
Por ello está al acoso y sus tentáculos conspirando. Esta vez fue el Washington Post, uno de sus mayores diarios; a pretexto de defender a El Universo y acogiendo demandas de sectores de la oposición extrema, levanta histéricamente su palabra e insolentemente ataca al presidente Correa y a nuestro país, para ellos, república bananera.
En Cuenca, una vez más, el pueblo mostró su decisión de proclamar la candidatura de Rafael Correa, le ratificó su confianza, renovó su apoyo a la Revolución Ciudadana. En suma, fue una forma de repudio a ese vocero imperial y a los adulones en el país.