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El Telégrafo

Represas

02 de abril de 2013

Los ríos se originan casi con el planeta (4.600 millones de años), mediante el escurrimiento de las lluvias caídas periódicamente sobre la superficie terrestre, formando torrentes que erosionaron las rocas, profundizando sus cauces hasta las capas subterráneas saturadas, consolidando sus caudales de agua y siguiendo la línea de drenaje hasta llegar a los mares y los océanos.

El agua depositada por los ríos en el mar se evaporará y volverá a la tierra en forma de lluvia, estableciéndose el ciclo hidrológico del cual depende la vida en la Tierra.
Actualmente la escasez de agua afecta a cerca de 1.200 millones de personas, casi una quinta parte de la población mundial y está presente en todos los continentes, volviendo indispensable su economía.

En países como el nuestro, con suficiente disponibilidad de agua, pero con temporadas secas y territorios desérticos, la aspiración es corregir estas limitaciones mediante la construcción de represas para conservar el recurso y distribuirlo posteriormente de acuerdo a las necesidades y sus diferentes usos.

La solución no es nueva, las culturas precolombinas establecidas en las zonas secas de nuestro territorio construyeron almacenamientos de agua como solución indispensable para su vida.

Estas obras, no obstante su utilidad, han sido motivo de cuestionamientos por los efectos negativos observados en el medio natural donde han sido establecidas. El represamiento de un río constituye la introducción de un elemento artificial en un medio natural y, en efecto, además de los beneficios que se obtienen por su implantación es imposible asegurar que no van a presentar efectos negativos.

Previendo soluciones para que estos cambios no signifiquen la pérdida del equilibrio ambiental hasta el punto de que su recuperación se vuelva irreversible, se establecen previo diagnóstico los programas de mantenimiento ambiental y organización poblacional que son los que garantizan la obtención de los objetivos del desarrollo.

El financiamiento de estos programas debe integrarse al préstamo para la construcción y cubrir los costes por lo menos hasta el período de estabilización del proyecto. Este respaldo es el que no tienen los llamados países en desarrollo, que al no estar financiados, les significa el deterioro ambiental, que termina por agredir al proyecto en general que no logra sus objetivos ni, en particular, la estabilidad de las obras civiles, que carecen de medios para su operación y mantenimiento.

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