¿Qué está pasando? ¿La religión se politiza y la política deja de ser el espacio de lo secular? En el siglo XXI el criterio de juicio político se desplaza poco a poco de la justicia social a la moral. Tanto en Brasil como en la Argentina –solo por tomar dos ejemplos latinoamericanos–, obispos apelan a la política y funcionarios a la religión. Ni qué hablar del Papa, quien santifica sacerdotes asesinados por el sistema y martirizados por la fe.
Mientras tanto quien habla de injusticia social es acusado de corrupción y quien reclama igualdad, de ideología. El totalitarismo es percibido como democracia. Agnósticos defienden al pobre y cristianos al rico. La ganancia obscena se exhibe como éxito en la tapa de las revistas y la pobreza se invisibiliza. El marginado prefiere el recorte presupuestario correctivo a la riqueza distribuida; el creyente, la apostasía a la misericordia y el desocupado, la migración en caravana a la revolución, el sindicalismo y los partidos políticos.
Una consecuencia de la Revolución Industrial fue la secularización de lo político. La lucha dejó de ser guerra por verdades religiosas entre las élites y pasó a ser lucha partidaria por derechos sociales para los trabajadores. Hoy, los trabajadores –empleados y desempleados– vuelven a estar desorganizados y eso los hace vulnerables a falsas creencias.
A simple vista parecería que el orden de las cosas se invirtió. El Papa ahora está del lado de los pobres invitando a los desechados del sistema a que se organicen políticamente, no solo en defensa de sus derechos humanos sino también de sus derechos civiles y sociales. Cuando el pontífice latinoamericano denuncia la injusticia social, no lo hace en términos religiosos sino políticos.
Para quienes, dentro y fuera de la Iglesia católica, cuestionan el compromiso social de los pastores con olor a oveja, es clave hacer la distinción entre religión y teología para resaltar la pertinencia de esta última en el campo de lo político y no así el de la religión.
Cuando lo religioso comienza a desplazar a lo político poniendo en peligro el Estado de Derecho, la vuelta a lo teológico como razón en la fe es algo a tener en cuenta. Ante la crisis de los partidos políticos, no debería dejarse el campo de la fe en manos de principiantes. (O)