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El Telégrafo
Gustavo Pérez Ramírez

Relaciones fronterizas colombo-ecuatorianas

02 de noviembre de 2014

Fiel a la vocación americanista heredada del fundador, la Academia Nacional de Historia del Ecuador programó desde comienzos del año dos eventos allende las fronteras, con historiógrafos de las Academias de Historia Peruana y Nariñense, para discusión académica sobre la realidad histórica común y mejor conocimiento mutuo de la historia del Sur.

Por circunstancias de fuerza mayor coincidieron las fechas a mediados de octubre; el director de  la Academia, doctor Jorge Núñez, acompañado de miembros de la Junta Directiva fue a Lima; yo, con cuatro académicos de Esmeraldas,  Carchi e Imbabura (uno de Otavalo y otro de Ibarra) participamos en Pasto en el Simposio Binacional, en cuyo acto inaugural intervino sobre las relaciones colombo-ecuatorianas a lo largo de la historia el doctor Eduardo Zúñiga Erazo, miembro de la Academia Nariñense y exgobernador del departamento de Nariño.

Comparto con los lectores al menos un par de sus reflexiones. Él sostiene que las relaciones entre Colombia y Ecuador, descontando algunos momentos de tensión, han sido generalmente relaciones de hermandad, de entendimiento, lo que es apenas lógico porque somos pueblos hermanos. Las hoy áreas fronterizas eran un mismo pueblo, los pastos, en la zona central, los awá,  en la vertiente del Pacífico, y los cofanes en la vertiente amazónica. Según él, esta realidad es la que ha dado pie a que las relaciones de hermandad persistan, pese a las decisiones que se toman en Quito y Bogotá. Incluso con la población afro traída a Esmeraldas hubo una estrecha relación con Tumaco, relación que ha perdurado incluso en la arquitectura y en la música, de manera particular con el ‘currulao’ que se disfruta en todo el departamento de Nariño.

Zúñiga señala que hasta  la  década  del  60  había  relaciones  muy  estrechas  entre  Quito,  Ibarra  y  Pasto,  tanto  que  la  mayoría  de  los profesionales no se formaba ni en Bogotá ni en Cali, sino fundamentalmente en Quito y Cuenca. Ese hecho obligaba a  unas relaciones familiares muy  estrechas, a  veces  jóvenes  que  iban  a  estudiar a Ecuador regresaban casados con ecuatorianas.

Pero no solo  era  eso,  Zúñiga reconoce que “mucha parte  de  la  cultura  del  Departamento de Nariño tiene unas raíces en los aportes de los ecuatorianos”. Cita, como ejemplo, que los primeros helados que se degustaron allí fueron hechos por un ecuatoriano, cuya pequeña industria, la heladería Ayapanga, persiste desde 1912. También la familia Ocaña, de Quito, puso a funcionar el primer hotel de calidad que hubo en Pasto, el Hotel Central,  al que llegaban presidentes, ministros etc., y “dio un cambio en la cultura de Pasto”.

La panadería también es aporte  de los ecuatorianos: “Aquí  la  primera panadería  de calidad y que existe todavía es la panadería La Palma; bizcochos, milhojas y otras delicias de la panadería son aportes de los ecuatorianos, lo mismo que el locro, el champús, etc.

“Un pueblo dividido en dos naciones jamás dejará de ser uno, aunque tenga diversas nacionalidades”, palabras del presidente Tomás Cipriano de Mosquera en 1863, traídas a cuento por la presidenta de la Academia Nariñense de Historia, Mgr. Lydia Inés Muñoz.

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