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El Telégrafo
Diego Salgado Ribadeneira

No podemos permitir su regreso

31 de marzo de 2020

Nunca voté por un candidato del movimiento Alianza País, Lista 35; sin embargo, respeto la institucionalidad republicana, más aún en momentos difíciles para la Nación.

Hoy no me nace criticar al Gobierno del presidente Lenín Moreno; ha cometido errores en el manejo de la crisis humanitaria y seguramente los seguirá cometiendo, pero dignamente se puso al frente de la dificultad. Valoro el trabajo que desempeñan funcionarios como el vicepresidente Otto Sonnenholzner, la ministra María Paula Romo, el secretario Juan Sebastián Roldán y, sobre todo, la heroica labor de los servidores de la salud y el personal de la fuerza pública, que están al frente de las acciones urgentes y necesarias para salvar vidas.

La Emergencia Sanitaria nos atrapó desprotegidos…

Nadie en el mundo estuvo preparado para enfrentar el ataque virulento del coronavirus, pero no es menos cierto que el Estado ecuatoriano fue desmantelado, deshuesado por la pandilla correísta que vivió de la charlatanería, propaganda y humo de colores para despistar la atención de los incautos, mientras saqueaban el erario nacional. No satisfechos con el botín de miles de millones de dólares y diez años de poder político total, con prácticas de terrorismo urbano, influyeron en las manifestaciones ciudadanas de octubre del 2019 para debilitar la democracia y causar millones de dólares en perdidas económicas públicas y privadas.

Hoy, aprovechan la crisis humanitaria, el desazón e incertidumbre de la gente y atacan otra vez. Agazapados en las redes sociales, bombardean con millones de mensajes de contenidos engañadores para aterrorizar a la sociedad; evidentemente, buscan debilitar al Gobierno y juegan a convertirse en los salvadores del pueblo.

¡Cuánta miseria!

Tenemos que entender que nos enfrentamos a una pandilla de maleantes disfrazados de políticos, ya los conocemos, estuvieron en Ecuador y Bolivia, siguen en Cuba y Venezuela, y volvieron a la Argentina.

No podemos permitir su regreso, nunca más. (O)

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