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El Telégrafo

Reflexiones sobre los impuestos

31 de octubre de 2013

A propósito de la carga impositiva que soportan los ricos, el dilema que se plantea es el siguiente: si la riqueza que posee una persona le pertenece de forma legítima, nadie tiene derecho a arrebatársela, pero ¿será legítimo que el Estado imponga gravámenes a esa riqueza en beneficio del bien común? Y si el Estado o la sociedad tienen legitimidad para apropiarse de una parte de esa propiedad, ¿será porque no le pertenece a su propietario tan legítimamente? Sin duda, estas interrogantes pueden servir para abrir un debate.

Para subvenir las necesidades de un Gobierno, que tiene un pueblo que mantener, obras que realizar, servidores públicos que pagar, son necesarios los impuestos. Nada más razonable que todo el mundo contribuya a estos gastos.

Los tributos son el mayor factor económico, ya que modifican el comportamiento de todos los ciudadanos de un país. Por tanto, no se trata del revanchismo de quien paga más o menos sino, ¿cómo afecta el sistema impositivo de un Estado a sus ciudadanos?

Por ejemplo, si un sistema que gravase a los millonarios en un 80% de sus fortunas provocase que todos los ricos se fueran a otro país, ese no sería un buen sistema. Mientras tanto, un sistema donde todas las personas pagasen, por ejemplo, un 20% de sus ingresos, tampoco sería bueno porque el Estado no tendría los recursos suficientes para cumplir con su rol de dar asistencia a los más pobres.

Lo medular está en los detalles. Si nuestro sistema impositivo establece un tributo de 80%, pero luego pone “deducciones”, entonces eso modifica el comportamiento de los ciudadanos. Por ejemplo, si ponen una reducción del 50% al que genere empleo cada año o un 5% de descuento en la base imponible por empleo generado, eso haría que todos se pusiesen a hacer nuevas empresas.

Creo, por tanto, que lo importante no es quién paga más o menos, sino el escenario o los efectos que queremos crear con el cobro de impuestos.

Pienso que todo es un problema de educación financiera. La gente no sabe administrar su dinero, y siempre está esperando a que el Gobierno solucione sus problemas, y no se da cuenta de que el mundo está cambiando, eso implica que nosotros también debemos actuar de forma distinta. Pero todo viene a raíz de la educación que nos han dado.

Si en las escuelas y colegios se impartiera una cátedra de educación financiera, la cosa cambiaría, y habría gente más responsable y próspera. Lo único que nos enseñan es a trabajar por dinero, tener una profesión, luego maestrías y con eso presuntamente aseguramos nuestro futuro, lo cual ya es obsoleto en estos tiempos de crisis. Consecuentemente, lo que deberían enseñarnos es cómo hacer para que el dinero trabaje para nosotros.

En conclusión, soy partidario de un sistema impositivo que nos enseñe a ser solidarios con los que menos tienen, procurando complementarse con una educación financiera que nos oriente a ser responsables socialmente, a fin de edificar todos una sociedad más equitativa y próspera.

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