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El Telégrafo

Reflexiones sobre el amor eficaz

22 de diciembre de 2013

“La fe del carbonero”, que fustigó don Miguel de Unamuno, refiriéndose a quien no sabe dar  razones del porqué de su creencia, ni rebatir las que le dan para negarla, es herencia del catecismo del padre Astete: “Fe es creer en lo que no vemos porque Dios nos lo ha revelado “. Nada de cuestionamientos.
Debería ser práctica superada, adentrados en un nuevo siglo de las luces, que enfrenta ciencia y religión.

El Catecismo de la Iglesia Católica vigente mantiene  las pruebas tradicionales de la existencia de Dios y sostiene que “pueden disponer a la fe y ayudar a ver que la fe no se opone a la razón humana”.

Sugestivo desafío ante los avances de la ciencia, que están negando de plano la posibilidad de la existencia de Dios. Para 1988 Stephen  Hawking, físico teórico, todavía sostenía en su “Breve Historia del Tiempo” que podía haber lugar para un Creador. En su nuevo libro “El gran diseño” (2010) afirma que el Big Bang fue la consecuencia inevitable de las leyes de la física, no de la existencia de un Creador.

Menudo dilema entre Física y Metafísica: abandonar el dogma religioso, para abrazar el científico,  que no admite sino lo demostrable en un laboratorio.

Sin embargo, ante las evidencias que pide la Ciencia, concentrémonos primero en un debate basado en la certeza incuestionable de que el hambre es mortal, imponiéndonos la impostergable tarea de eliminarlo junto con la pobreza extrema, antes de embarcarnos en el debate sobre la inmortalidad del alma, como proponía el sacerdote tercermundista Camilo Torres Restrepo.

Para los cristianos, es tarea prioritaria, porque, si Dios existe, nos juzgará por el amor eficaz trasformador que hayamos practicado. El papa Francisco nos está urgiendo a practicar ese amor preferencial por los pobres, en el que fundamenta su empeño reformador, reabriendo las ventanas de la Iglesia, como en buena hora lo hiciera Juan XXIII, cerradas por el obscurantismo.

Lo está demostrando, empeñado en citar lo dicho por Jesús, al recordarnos que seremos juzgados según amemos y sirvamos a los hambrientos, sedientos, sin ropa, enfermos o encarcelados. Hasta invitó a Roma al sacerdote Gustavo Gutiérrez, pionero de la sistematización de la teología de la liberación con  su libro publicado en 1971, que propone un amor eficaz en las relaciones con el pobre.  

Comprender y poner en práctica la esencia de ese amor eficaz que transforma la realidad, como lo hacían los primeros cristianos, sin quedarse en mera compasión,  justifica nuestra existencia.

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