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El Telégrafo

Recuperamos la esperanza

27 de diciembre de 2013

No es solo un eslogan o una simple frase hecha para repetirse en comerciales y discursos. Es un hecho cierto. Ecuador ha recuperado la esperanza. Y la alegría. Y en estos días de descanso, de celebración, de reflexión, son mas visibles. No por la euforia comercial, que es incluso obscena, sino por la sonrisa que la gente común tiene en sus rostros; por los abrazos que hijos y padres se profesan sin recelo en espacios abiertos.

Atrás quedó el país de la amargura y la tristeza. Atrás quedó incluso el dolor de la crisis que marcó tanto a miles y miles de familias ecuatorianas.

Atrás quedó el país del no se puede. Y atrás ha quedado también el país del mal servicio, del maltrato a los usuarios, del quemeimportismo y de aquel concepto que tanto daño nos hizo a todos: si es público, es pésimo.

No hay servicio público que no haya mejorado; Registro Civil, agua potable, correos, SRI, seguro social, Policía Nacional, etc. Todo centro y lugar de atención ciudadana hoy es decente, ordenado y ofrece un trato digno. Que aún queda mucho por hacer, por supuesto. Y habrá que seguir trabajando en este tema, sobre todo en los burócratas, que aún no entienden que son ‘servidores’ públicos y no privilegiados con poderes.

De acuerdo a cifras de la Cepal, Ecuador creció en 2013 un 3,8% y para 2014 se estima que crecerá un 4,5%. Así mismo, Ecuador logró reducir la pobreza del 35,3% al 32,2%. Aún lejos de Uruguay que tiene un 6,5% de pobres. Y todos sabemos que la única cifra tolerable en materia de pobreza es 0.

Qué alegría nos produce viajar por excelentes carreteras y, sobre todo, no encontrarnos con decenas y decenas de niños y familias mendigando en las orillas de las carreteras (pidiendo ‘Navidad’), como sucedía hasta hace pocos años atrás. Y qué alegría nos da el poder pasear y conocer nuestro país y recibir un mejor trato en hoteles, restaurantes y almacenes. Y qué satisfactorio comprobar que pequeños y medianos emprendimientos son exitosos y han mejorado notablemente la calidad de vida de las familias de sus propietarios y empleados.

Cuánta alegría nos produce encontrarnos con ecuatorianos que han regresado a su país, y ahora, con esperanza, intentan labrar su futuro con su familia y cerca de los suyos. Y esa alegría es mayor cuando los jóvenes te cuentan, seguros y confiados, que ya tienen una beca para estudiar en Europa. Y en esto, el proceso de cambio emprendido en la educación media y superior (con todos los reparos que puedan existir) es la clave.

Esta nueva generación de jóvenes sin perjuicios y mejor preparada es en verdad la que transformará en forma definitiva Ecuador. Son estos nuevos jóvenes los que dejarán atrás la amargura de los de siempre. Es esta nueva generación, del sí se puede, la que convertirá en realidad un Ecuador de triunfadores; capaces no solo de convertir nuestros mejores sueños en realidad sino, además, de forjar un país equitativo, justo y con oportunidades para todos.

Mientras tanto, aún queda mucho por hacer y construir, pero hacerlo con esperanza y alegría (y ojalá juntos) es un logro que al final del año vale la pena celebrar.

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