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El Telégrafo

Reconocimiento popular

21 de febrero de 2013

Las campañas electorales están marcadas por un cúmulo de ofertas que tocan los sentimientos más profundos de la gente. Habitualmente, las carencias de los más pobres son abordadas, estratégicamente, por el llamado marketing político, para hacer de las necesidades de las clases más desposeídas un vehículo mágico para captar los votos que les permitan a los candidatos acceder al poder.

En este juego de persuasión, muchos ciudadanos cifran sus esperanzas de una vida mejor, en las ofertas que de buena fe reciben de los aspirantes a los cargos de representación popular. Votan por ellos, con la convicción de ver cristalizados sus más caros anhelos. La fe de un pueblo que busca permanentemente el cabal cumplimiento del mandato popular dado a través del sufragio. Porque los gobernantes deben estar a tiempo completo al servicio del pueblo que los eligió.

El surgimiento de Rafael Correa en la palestra política despertó la esperanza de millones de ecuatorianos que confiaron en la palabra empeñada por un líder nacional que cautivó a la sociedad con un verbo de profunda penetración popular. Los sueños de los más necesitados despertaron nuevamente para convertirse en una avalancha de votos a favor de una revolución ciudadana encarnada en la figura de un hombre carismático con notabilísima formación académica.

El presidente Correa ha liderado un gobierno generoso y comprometido con los más pobres de nuestra patria, fundando la justicia y la equidad sociales, situación que no se puede consolidar en pocos años, considerando todas las carencias que nos dejaron los gobiernos neoliberales de las últimas décadas. Sin duda alguna, el pueblo ecuatoriano ha sido el testigo más agradecido de los cambios emprendidos por el actual régimen.

Claro que la batalla contra los prejuicios que nos dejaron los neoliberales es ardua y será muy complicada por algún tiempo más. No obstante, hoy acompaña y lucha junto al presidente Correa un ejército de entusiastas jóvenes revolucionarios que coadyuva en la transformación de las viejas estructuras socioeconómicas para edificar una sociedad con igualdad de oportunidades para todos. Se trata del arte de hacer posible lo que ha parecido y sigue pareciendo a muchos como algo imposible de lograr.

Como corolario, debo decir que el triunfo arrasador del presidente Correa en las elecciones del domingo pasado es la expresión fehaciente de que nuestro pueblo tiene una mayor conciencia social y ha madurado políticamente, reconociendo la descomunal obra pública realizada por su gobierno, visible a lo largo y ancho del territorio nacional. Definitivamente, los electores votaron por realidades, ya no por ofertas demagógicas. Ahora, estamos asistiendo al despertar del letargo en que nos sumieron los gobiernos entreguistas y corruptos de la partidocracia y, al mismo tiempo, a la sepultura de los viejos políticos que provocaron la quiebra de nuestro país a finales del siglo pasado e inicios de la actual centuria.

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