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El Telégrafo

Realidad con anteojeras

16 de agosto de 2013

En Carlisle, un poco conocido pueblo de Pensilvania, hay una poco conocida academia militar. Es un instituto donde se educa, no entrena, a la élite militar como uno de los requerimientos para ascender a las jerarquías finales de la carrera. Muy orgulloso de Carlisle Barracks, el coordinador de la institución comentó sobre los militares que han pasado por ahí: un crisol de nacionalidades, de aliados estratégicos basados en una visión de defensa global sustentada en esa doctrina muy americana del “soft power”.

Estados Unidos está revisando mantener la cooperación, casi
$ 1,5 mil millones que envía a Egipto,  cuya mayor parte es destinada a las fuerzas armadas
La ironía cayó por sí misma. Una larga lista de futuros generales que enfilaban las cuadras de ejércitos en Medio Oriente. Muchos de Egipto, también. Definitivamente, la formación recibida en Carlisle Barracks no estaba enfocada hacia la destrucción sistemática de gobiernos hostiles ni hacia el control violento de sociedades inestables.

Pero, sin duda, hay una tendencia hacia el adoctrinamiento. Una reminiscencia de los alcances de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Y se permiten condicionar la respuesta positiva de estos ejércitos a través de una sustancial asistencia militar, que en más de una ocasión ha sido parte de los presupuestos que engrosan los arsenales que utilizan algunos terroristas. Asistencia que no ha cesado hacia Egipto. Incluso luego de que se ha desatado una suerte de guerra civil, empañada, como suelen estarlo las guerras, por masacres que se expanden cada vez más por el país.

Los seguidores del presidente depuesto, Mohamed Morsi, parte de la Hermandad Musulmana, han llamado a continuar la lucha, cuyo objetivo último es recobrar el poder (democráticamente obtenido), arrebatado por una cúpula militar que no ha dudado en usar la fuerza para reprimir las manifestaciones. Pero, en este punto, nadie está libre de culpa, especialmente mientras las cifras de muertos siguen escalando dramáticamente.

Por su parte,  los Estados Unidos están revisando mantener la cooperación, casi $ 1,5 mil millones que envían a Egipto,  cuya mayor parte es destinada a las fuerzas armadas. Han condenado, también, el estado de emergencia, pero mientras esto sucede, hay una pasividad inquietante sobre un caos financiado, en gran medida, por ellos mismos. La policía del mundo y su política intervencionista terminan creando situaciones donde ese principio democrático e idealista norteamericano es una injuria cínica frente a la realidad.

Sí, la salida fácil es culpar al “imperialismo”. Negarnos a esa responsabilidad es vivir la realidad con anteojeras.

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