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El Telégrafo
Fausto Segovia Baus

Quito necesita un Ítalo Calvino

21 de marzo de 2019

Quito ha construido su visión de futuro 2040. ¿Un nuevo poema de amor sobre la “Carita de Dios”? En las siguientes líneas una reflexión sobre Calvino y sus ideas.

Las ciudades invisibles constituyen el último poema de amor a las ciudades. En este clásico de la literatura publicado en Italia, en 1972, Calvino advirtió que en este libro “no se encuentran ciudades reconocibles, porque todas son inventadas”.

Pero, ¿qué son las ciudades?, se pregunta Calvino. Y responde: “Las ciudades son un conjunto de memorias, deseos, signos de un lenguaje; lugares de trueques… no solo de mercancías, sino trueques de palabras, de deseos, de recuerdos. Las ciudades invisibles como sueños que nacen del corazón…”.

Pese a que Calvino es hijo de la modernidad, sus bloques narrativos están ambientados en las conversaciones imaginarias de Marco Polo -legendario descubridor portugués-, en el papel de narrador, con el emperador Kublai Khan.

Las ciudades tienen nombres de mujeres y el contenido es una lúdica tenaz, en la que no hay argumento y los lectores están desafiados a jugar a los números, como lo hizo a su tiempo Julio Cortázar en Rayuela. Pero con la diferencia de que en Las ciudades invisibles, la conversación es eterna que justifica sus preocupaciones existenciales: la identidad, la vida, la muerte, el anhelo, la trascendencia…

Las urbes nacen, entonces, de la imposibilidad de existir: suspendidas de un precipicio, como Ottavia; donde el narrador viajero recuerda a sus familiares y amigos muertos, como Adelma; el propio deseo que provoca en quienes se acercan ella, en las profundidades del mar o en el desierto, como Despina; la ciudad bidimensional, como Moriana; la ciudad de la ausencia, como Baucis; la ciudad bañada por canales concéntricos, en cuyo cielo planean cometas, como Anastasia…

Quito tiene una visión 2040, construida por la gente. Sería magnífico que todos los electores y candidatos repensemos y recreemos la “Carita de Dios” y hagamos un ejercicio de imaginación, realismo y osadía, como lo hizo Ítalo Calvino. (O)

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