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El Telégrafo

“Quien no tiene deberes…”

14 de diciembre de 2011

Escuché esta frase en el aniversario del Día Internacional de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre pasado: “Quien no tiene deberes, tampoco tiene derechos”. Ciertamente la Constitución del Ecuador y su preparación colectiva nos han hecho tomar conciencia de nuestros derechos y es un gran avance. Todas y todos sin excepción tenemos derechos.

“Otro mundo es posible”, “Otra vida es posible”, “Otra sociedad es posible”, “Otra Iglesia es posible”, y hasta se nos dice: “Otro dios/a es posible”… porque tenemos derechos, porque todos tenemos derechos. Al decir “todos”, esto significa que tenemos deberes: cuando todos tenemos derechos, todos somos responsables de todos, todos somos responsables de que todos alcancen sus derechos.

Los derechos han sido frutos de duras conquistas colectivas. La Revolución Francesa, por los años 1789, proclamó los “derechos del ciudadano”, marcando de esta manera el fin de la era feudal, donde en Europa el “señor y amo” era el dueño absoluto del poder, de las tierras y de sus trabajadores. Luego se luchó por los derechos laborales, los sociales y los políticos en 1948, alcanzando con ellos dimensión internacional. Finalmente se proclamaron los derechos de los pueblos a la autodeterminación y los derechos de los pueblos indígenas (2007): derecho a la vida, al suelo y subsuelo, a un gobierno propio, al respeto de sus culturas y religiones.

Ahora los pueblos indígenas de nuestro continente nos hacen descubrir las limitaciones de los derechos “occidentales” con sus propuestas novedosas del “Bien vivir”: “El trabajo es para la felicidad de todos - La identidad es más importante que la dignidad - Una vida armoniosa trae la justicia social - El consenso supera la democracia - La complementariedad vale más que la libertad - La armonía con la naturaleza es la fuente de la salud - La educación es la madre de la sabiduría”… para citar lo más relevante.

Se cumple poco a poco lo que escribía San Pedro, palabras que se dirigen hoy a todos los pueblos y todas las religiones: “Ustedes son una raza elegida, un reino de sacerdotes, una nación consagrada, un pueblo que Dios hizo suyo para proclamar sus maravillas; pues Él los ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. Ustedes antes no eran su pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; no habían alcanzado su misericordia, mas ahora les ha sido concedida su misericordia”.

¡Que la fe en el Dios de todos los nombres y de los múltiples rostros nos confirme en nuestros derechos y deberes!

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