De los desbarajustes producidos por las fuerzas sin gobierno de la naturaleza, existe el registro exacto del día que acontecieron; de los causados por el hombre, nunca hay acuerdo respecto a cuándo empezaron.
Muchos creen que la Segunda Guerra Mundial empezó el 1 de septiembre de 1939, cuando la Alemania nazi invadió Polonia. También hay quienes sostienen que empezó el 23 de agosto del mismo año, cuando Hitler y Stalin firmaron el Tratado de Paz entre Alemania y Rusia. Y otros aseguran que empezó en septiembre de 1938, cuando el primer ministro británico, Neville Chamberlain, entregó la región de los Sudetes al Tercer Reich.
De la guerra jurada y declarada, que diario El Universo mantiene contra la persona, la obra, y todo lo que signifique Rafael Vicente Correa Delgado, solo los más tontos creen que empezó el día que el gran líder los enjuició penalmente por injurias, al ser acusado de ordenar “disparar a matar a inocentes civiles” en el 30-S.
Muchos aseguran que empezó cuando los actuales dueños de El Universo decidieron convertirse en la última trinchera de la reacción al cambio de estructuras del Estado que plantea el gobierno de la Revolución Ciudadana, y escogieron al menos indicado de sus colaboradores para que sea el lenguaz de la beligerancia que asumieron por su cuenta y riesgo.
Era el menos indicado, por cuanto es inculto en grado superlativo, entendiéndose por cultura lo que queda después de haber leído. Además, su repulsiva antipatía rayaba en lo odioso. Con los Doce Mil Dólares mensuales que le pagaba el periódico, el pobre diablo habrá podido adquirir muy variadas cosas materiales, pero jamás ingenio ni credibilidad.
También hay quienes sostienen que El Universo empezó el desbarajuste cuando los actuales directores y subdirectores, que son bisnietos, nietos e hijos de periodistas de fuste, pensaron que ellos también lo eran y que bien podían superarlos. Ignoraron que solo entre los cuadrúpedos astados se transmite la casta y la raza; y desconocieron que la bajeza de un pueblo siempre se ve certificada y avalada por la degradación de una prensa sin sentido de
patria.
Son tiempos difíciles para el periodismo. Tiene mucho sentido afirmar que en este oficio vivimos no solo una época de cambio, sino un cambio de época. El prestigioso The New York Times, preocupado por la pérdida de confianza de sus lectores, decidió revisar sus métodos de trabajo. Y Project for Excellence in Journalism es el nombre escogido para el esfuerzo de honestos profesionales del periodismo de los Estados Unidos, que aspiran a rescatar los principios fundamentales del oficio.
Los mejores directores de un negocio dedicado a la información no serán los que señalen equivocados rumbos al más pazguato de sus colaboradores, sino quienes motiven a realizar lo que resta por hacerse, aplicando siempre una ética diamantina y constante.
El mejor descendiente del poeta de fina exquisitez y periodista insigne que fundó El Universo no será el que sepa más, sino quien sea capaz de detectar los huecos en el conocimiento adquirido.