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El Telégrafo

¿Qué pasa en Kiev?

10 de febrero de 2014

Hay dos propuestas para los ucranianos: la rusa los invita a ingresar a la Unión Aduanera con Rusia, Bielorrusia y Kazajistán, si no, les dice, hagan lo que gusten, pero no se les antoje ingresar a la OTAN; la europea les ofrece, para cuando Dios quiera y san Washington lo permita, integrarse a la UE. Mientras tanto, se sobreentiende que dicen, sirvan de carne de cañón para la OTAN, compren nuestros productos y métanlos de agache a Rusia, maten sus industrias y pasen hambre y frío.

La monstruosa maquinaria de propaganda que mueve el imperialismo ha convencido a cierto sector despistado de la sociedad ucraniana de que la opción europea es mejor. Algunos jóvenes, desesperados por el desempleo, la falta de perspectivas y la corrupción de la oligarquía que desde la caída de la URSS los gobierna, sueñan con emigrar a Occidente, lo que nadie les ofrece, allí encontrar un trabajo digno y bien remunerado, exactamente donde ahora el desempleo es la tónica diaria y el poco que hay es mal remunerado; en fin, como dijo el poeta, la vida es un sueño, y los sueños sueños son.

Este coctel diabólico sirve de marco para que la ultraderecha encabece las aspiraciones justas de la desesperada juventud. La pusilanimidad del gobierno y de la oposición, culpables ambos de la situación existente, facilita la tarea al fascismo, masivo como nunca, uno de cuyos partidos se llama Svaboda (Libertad). ¡Vaya contrasentido!

EE.UU. advierte que no permitirá ni de fundas el ingreso de Ucrania “a una integración económica creada bajo la coacción de Moscú” (lo que es un buen ejemplo del respeto que tienen por la soberanía de los pueblos). Según Brzezinski, Rusia sola es un país más, pero unida a Ucrania es una potencia; para evitarlo, hace un llamado a los revoltosos para que formen una estructura paralela de poder y no se detengan hasta lograr este objetivo. La situación es tan grave que bien pudiera conducir a Ucrania a una guerra civil que sería cruenta, impredecible y hasta podría provocar una nueva guerra mundial.

El cinismo de Occidente, que reprime con toda violencia a los que manifiestan su descontento por la crisis que viven, al mismo tiempo que apoya la revuelta ucraniana, hace que Lavrov pregunte: “¿Por qué no condenan a aquellos que ocupan las sedes del Gobierno, atacan a los policías, gritan eslóganes racistas?”. Ara en el mar porque Europa carece de sindéresis: según sus leyes, meten preso al que niega el Holocausto, pero en Ucrania defienden y sustentan a quienes lo iniciaron en el barranco de Babi Yar.

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