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El Telégrafo

¿Qué parte no entendieron?

30 de octubre de 2013

¿Qué parte de la gratuidad de la educación no entendieron las autoridades de la Universidad de Guayaquil? No hay peor sordo que el que no quiere oír. A su tiempo fueron notificadas por el Consejo de Educación Superior (CES) para que devuelvan los cobros indebidos, pero aplicaron la vieja máxima: “Se acata, pero no se cumple”. Hasta que se decidió su intervención para lograr lo que nunca buscaron los responsables del alma máter porteña: excelencia, gratuidad y transparencia.

Lo rescatable de este proceso es que, ante la intervención del Consejo de Educación Superior, los pocos violentos que aún pretenden mantener secuestrada a la Universidad no se atrevieron a gritar como violación a la autonomía.

El ECU-911 es una obra extraordinaria del gobierno de la Revolución Ciudadana para proteger nuestra seguridad con una infraestructura de punta que cubre todo el país e implementos de última tecnología que garantizan una atención inmediata a todos los requerimientos de ayuda y auxilio reportados. Pero hay gente que desde adentro desnaturaliza la esencia de esa maravillosa herramienta concebida para proteger a la gente en estado de necesidad.

A la llamada de los familiares de un anciano de 95 años, enfermo terminal, acudió la ambulancia y solo porque el paciente saludó a la doctora a cargo, ella decidió que no era una emergencia y ordenó el retiro del equipo sin prestar el auxilio requerido. Poco después el enfermo agonizaba y recién entonces accedieron trasladarlo a una clínica, en donde se produjo su deceso.

No entendieron nada de la filosofía humanista y solidaria del Gobierno. Piensan como el burócrata que mascullaba dificultades y vendía facilidades. ¿Qué más emergencia que la descrita?, pero no, se pierden en papeleos absurdos que a la postre les impide captar la naturaleza de la obra gubernamental, boicoteando una gestión providencial que significó la diferencia entre la vida y la muerte.

La burocracia no se resigna a perder su poder de entrabar todo para consolidar sus ansias de boicot. Enemiga del cambio, por mínimo que sea, se atrinchera entre los escombros del viejo país añorando el retorno de la partidocracia cavernaria. Por ventura, hay un ejército de funcionarios públicos formados al nivel de la excelencia para el servicio a la comunidad. Ellos sepultarán ese cáncer empeñado en boicotear la revolución ecuatoriana que, por ser irreversible, nada ni nadie podrá detener.

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