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El Telégrafo

¡Qué grosería!

26 de diciembre de 2013

Allá por los años 70, en plena dictadura del ‘Bombita’, se inauguró el servicio de agua potable para Arenillas en medio de la algarabía del pueblo que carecía del líquido elemento. El Ministro de Salud de entonces fue el encargado de inaugurar la obra desde el balcón de la casa municipal. Todo eran vivas y jolgorio por el magno acontecimiento; pero al Ministro le extrañó que en una esquina del parque seis indignadas personas gritaban pestes contra el gobierno. Alarmado preguntó al presidente municipal de qué se trataba y éste le respondió: “no se preocupe, señor Ministro, son los burreros que hasta hoy vendieron el agua en baldes”.

A propósito del relato, ¡qué grosería del Gobierno!, mandarse ‘tuco’ de parque ecológico en Los Samanes de Guayaquil, el más grande en su género en América y quizás en el mundo, con complejos deportivos que se pierden a la distancia, campos de recreación y de caminatas, ciclovías, pistas y canchas para toda clase de deportes, parqueaderos cómodos, seguros y gratuitos, todo en un ambiente de fresco verdor generosamente proporcionado por la madre naturaleza tropical, con iluminación para uso nocturno y sobre todo sin barreras excluyentes. Y de ésos proyecta construir 8 más en el inmediato futuro, incluido el parque lineal más grande del planeta, con 42 kilómetros de recorrido paralelo al río Guayas, desde Pascuales hasta Puerto Nuevo.

Los burreros, digo la partidocracia, emulando al Quico, salieron a reivindicar que eso es nada comparado con los 1.600 parques que tienen construidos; pero la gente no los ve por ningún lado, pues acostumbrada al de

Los Samanes, no le paran ni bola a una manito de gato con pintada de columpios y siembra de una que otra palmera que con timbre de orgullo muestra el ‘Cachorro’, pretendiendo desmerecer la impresionante obra gubernamental que ha dado lugar para que amplios sectores del Guayaquil profundo afirmen con cierta lógica que Correa es el mejor Alcalde que ha tenido la Perla. Los recuerdos vienen a la mente colectiva como la apocalíptica tala de árboles emblemáticos y añejos cortados en las principales avenidas para sustituirlos con palmeras, solo por el prurito pelucón de que Guayaquil sea igual a Miami.

Los garroteros están perdiendo el sentido de las proporciones, dando palos de ciego en una campaña que solita se va emparejando con el repunte de doña Viviana. ¿Han visto muertos cargando adobes? Yo sí.

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