Publicidad

Ecuador, 28 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

Que empiece por mí

10 de septiembre de 2013

Perdí el tino. Me metí en una pelea ajena. Un señor cantautor prolífico, talentoso y popular le hizo una mala seña a otro señor inteligente y sagaz, para colmo Presidente de la República, quien actuó en consecuencia con la mala seña y con la majestad del cargo que ostenta y después acusó públicamente al otro señor de ser borracho y drogadicto cuando a un montón de gente le consta que es abstemio, vegetariano, no fuma y peor consume drogas.

De repente, algo parecido al sano juicio entró en mi cerebro alucinado por una situación que para nada me pertenecía y me pregunté: ¿y qué conmigo?Hasta ahí, el hecho concreto. Pero luego yo comencé a meterme en una discusión en la que todo el mundo se metió: unos asustados e indignados por la grosería, otros asustadísimos e indignadísimos por la inexacta acusación. Todos (hasta sus más feroces detractores) invocando la Ley Orgánica de Comunicación. Unos diciendo que bien hecho contra el señor que hizo la mala seña (bien hecho qué, diríamos, pues hasta donde yo sé, aparte de los calificativos inexactos, él sigue deambulando por las calles de Quito tranquilamente, y hasta es unas doscientas mil veces más famoso y mimado de los medios que cuando era un simple artista), otros acusando de nazi y fascista al otro señor. Los medios que jamás hicieron caso al cantautor entrevistándolo a día seguido por el gesto descomedido como si hubiera ganado un Grammy. Otros diciendo que qué bien que el otro señor le ponga un alto al señor malcriado. Amistades de años terminándose en Facebook por una pelea ajena. Yo misma comentando que todo podrá ser, pero que el señor ofendido en principio (porque el otro también estaba ofendido, pero por efecto colateral) podrá haber cometido muchos errores, pero que fascista no era y ganándome el odio gratuito de una gente a la que ni siquiera conozco (y espero no conocer, qué miedo).

Hasta que de repente, algo parecido al sano juicio entró en mi cerebro alucinado por una situación que para nada me pertenecía y me pregunté: ¿y qué conmigo? ¿Cuál es mi participación en esto? ¿En qué me afecta? Tengo deudas, situaciones familiares felices y complejas, planificaciones que hacer para el trabajo, un proceso de desarrollo personal que no puedo parar ni boicotear metiéndome en lo que no me importa. En el mundo la contaminación aumenta (Yasuní o no Yasuní), se planea otra guerra espantosa, y todas las personas se ocupan de todo lo posible menos de hacer su parte. Como siempre, nos dejamos distraer por una bronca ajena para no tener que mirar nuestra propia bronca interna, porque tal vez nos asusta demasiado. Pero, al menos por mi parte, ya me cansé.

Contenido externo patrocinado