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El Telégrafo

Que el silencio se vuelva condena

20 de diciembre de 2013

Hace una semana un avión no tripulado de los Estados Unidos atacó un convoy al sur de Yemen. El ataque terminó con la muerte de 15 civiles que asistían a una boda. Resulta que el convoy no era de Al-Qaeda, como inicialmente se pensaba, sino un matrimonio.

Así, con la frialdad quirúrgica de la incapacidad de sufrir al otro, 15 personas fueron asesinadas por algún técnico de operaciones que aplastó un par de botones en un cuarto en medio de Estados Unidos. No hay consecuencias, no hay cuestionamientos, no hay masivas manifestaciones de solidaridad más que una noticia relegada en las páginas de Mundo de los periódicos locales.

Quince bajas civiles en Yemen, quince accidentes, se han vuelto parte de la cotidianidad. La muerte que no vende tampoco importa.Es la manera en que el sistema mundial ha logrado crear castas, cada una con un valor diferente frente a la opinión pública. ¿Qué pasaría si un avión no tripulado accidentalmente ataca una boda en los Estados Unidos? ¿En Europa?

La última vez que sucedió algo similar, escuchábamos al presidente Bush exhortar una cruzada mundial que ha terminado en la colonización de facto del Medio Oriente por parte de Estados Unidos. O por lo menos de sus pozos petroleros.

Lo indignante es esa pasividad ante los crímenes. La pasividad ante un atropello sistemático a la vida y los derechos; a quienes no sufrimos porque no son prioritarios dentro de un conglomerado mediático que busca hacer de la irrelevancia primeras planas. Entonces, aquello que pasa ‘más allá de la civilización’ es justificado por el silencio. Al final, cuando haces de una región tu zona de guerra, el ‘daño colateral’ es solo una nota al pie de página.

Algún día alguien regresará a ver este momento en la cruel historia de la humanidad y no la verá como esa imagen idílica que nos empeñamos en pintar. No verán esa superficialidad gratuita que nos permite dormir por la noche. Verán un momento en la historia en que teníamos la capacidad de alimentar a un mundo hambriento y no lo hicimos. Verán un momento en la historia en que pudimos dar dignidad al ser humano, pero preferimos quitársela. Verán un momento en la historia donde la vida de un niño estaba valorada por su geografía.

Quince bajas civiles en Yemen, quince accidentes, se han vuelto parte de la cotidianidad. La muerte que no vende tampoco importa. Y en una ‘guerra’ contra el abstracto del ‘terrorismo’ no hay más que seguir contando. Resta esperar que algún día el silencio se vuelva condena.

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