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El Telégrafo

¿Privativo de la mujer?

15 de octubre de 2013

Más allá del debate sobre la despenalización del aborto, la pregunta es: ¿y los padres?
Todo embarazo es, en últimas, un asunto de dos personas: un hombre y una mujer. Sin embargo, las infinitas variantes de esta gestación de vida terminan reduciéndose a dos: o se hacen presentes el padre y la madre… o solamente la madre. Y si bien existen muchas mujeres que logran sacar adelante su embarazo y la vida de sus hijos sin el apoyo del padre, la tragedia de la mayoría de abortos está relacionada directamente con la soledad y la desprotección de una mujer embarazada y el fruto de esa gestación. Sin negar que existan casos en los que el aborto puede considerarse una ‘salida fácil’ para eludir la responsabilidad de un embarazo no deseado, no en todos los casos se trata de la misma situación.  

Nadie parece tomar en cuenta que detrás de cada mujer que aborta está un hombre que  lo ha propiciado con su estulticia
o su indiferencia...
Porque no se puede exigir lo mismo a todo el mundo: no es lo mismo una mujer profesional que una mujer analfabeta, no es lo mismo una mujer adulta que una adolescente. No es lo mismo (nunca, por Dios) una mujer que ejerce su sexualidad con conocimiento de causa y efecto que una niña menor de quince años víctima de sistemáticas violaciones incestuosas. No es lo mismo una mujer con medios de subsistencia suficientes y con acceso a métodos de control de la natalidad que una mujer madre de cinco hijos cuya pareja no le permite utilizar anticonceptivos por miedo al engaño, pero tampoco le permite llevar a término los legítimos embarazos en los que él interviene porque no puede mantener a los hijos que probarían su ‘hombría’ y la fidelidad de su pareja.

Para la mujer es, además, todo el castigo: el escarnio, la vergüenza… la cárcel, finalmente. No se toma en cuenta que detrás de esa terrible decisión puede habitar la sombra del incesto, de la violación, de la miseria o del simple abandono de hombres que se constituyen en verdaderos autores intelectuales de lo que hoy se califica como delito.

¿Y qué hacer con ellos, o mejor dicho contra ellos? ¿Cuál sería la legislación al uso para estas situaciones? ¿Con qué tipo de pena se podría castigar esta autoría intelectual?

Al igual que en los delitos de narcotráfico u otros, aquí solamente caen las más pequeñas, pobres y débiles. En este caso, las mujeres. No hay una sola palabra en ninguna ley contra el aborto respecto de la innegable responsabilidad masculina. Nadie parece tomar en cuenta que detrás de cada mujer que aborta, muchas veces amparado en la sombra, está un hombre que tal vez lo ha propiciado con su estulticia o su indiferencia.

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