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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Primer festival internacional de arte lírico

09 de septiembre de 2016

Establecer la unión de la inspiración y la expresión humana es posible a través de los lenguajes del arte, que es capaz de fusionarlos en un todo por ser de una sola raíz. La música, la danza, la literatura, las alegorías teatrales y visuales son siempre generadores de incansable peregrinaje estético. Si el axioma vital de los seres humanos es la búsqueda de la belleza, el amor y la paz, las melodías deben captar  la sucesión de pensamientos que las personas recaban y expresan. La voz humana puede y lo hace, traslada los más hondos sentimientos del espíritu a toda la sociedad, sin regateos de tiempos y espacios, con las letras y arpegios de arias y canciones.

Durante cuatro días vivimos extasiados las presentaciones de sensibles cultivadores del cantar idílico, provenientes de naciones hermanas: Argentina, Colombia, Perú, Venezuela y Ecuador, todos unidos en las singularidades del Primer Festival del Canto Lírico en nuestra urbe, escenificado en los salones de la Sociedad Italiana Garibaldi.

Evento cultural de envergadura mayor, logrado gracias a la iniciativa y el trabajo de dos bellas mujeres, inteligentes y valientes, eximias exponentes de la música, las sopranos Beatriz Parra Durango -flamante premio nacional de cultura- y Beatriz Parra Gil, su no menos ilustre hija, graduadas en el famoso conservatorio Tchaikovski de Moscú. Ellas ratificaron no solo su talento musical, sino también el innato don de organización que nuestras dulces féminas poseen. Durante los días 30, 31 de agosto y 1, 2 de septiembre se han desarrollado  jornadas del novísimo evento, destinado a relievar los valores del arte operático en nuestro medio. Los intérpretes dejaron traslucir la evidente realidad de la inexorable exigencia de buscar la perfección artística, aunque a veces no la colmen, a pesar de que se la exaltara siempre como el ideal. Y por ello el virtuosismo de sopranos, mezzosopranos, tenores, barítonos y bajos la buscan, con esfuerzos, sacrificios, disciplina y mucho talento, más allá de las habituales cargas rutinarias de la cotidianidad.

La trascendencia del hecho musical que reseñamos, por ahora, génesis de un gran movimiento de música selecta, solventará reencuentros con un género de altísima valía cultural que resume música, teatro, ballet, canto. La ópera inmortal. Ahora corresponde bregar para  sostenerlo. La ayuda del Estado -que somos todos- es importante y habrá que acudir a él. Empero, en estos momentos debemos agradecer de manera muy sentida a la Fundación Beatriz Parra y a la Escuela  María Callas, por este regalo de deleitación espiritual y desde luego a los artistas: de Argentina, la soprano Lucía Machetti; de Colombia, la soprano ligera Karen Bohórquez, la soprano Daniela Martínez, el tenor Robinson Celis; de Perú, el tenor Fredy Oblitas; de Venezuela, el barítono Fernando Rivas; de Ecuador: las sopranos liricas Ruth Díaz y Vanessa Lamar, la mezzosoprano María Augusta Jibaja, la soprano Vanessa Solórzano, los tenores Andrés Córdova y César Parreño, los barítonos Luis Garcés y Ernesto Macías, y el bajo Fabián González, ellos pusieron de manifiesto sus dotes artísticas con las exigencias del bel canto, armonía, ritmo, ante  un público de cientos de personas, que los ovacionaron de pie.

La historia del arte operático se remonta al pasado glorioso de compositores cuya huella se sostiene por siglos, el festival y los solistas tuvieron el acierto de seleccionar a creadores fundamentales de varias centurias para sus pertinentes actuaciones: Dvorak, Verdi, Bach, Bizet, Schubert, Mussorgski, Saint Saens, Delibes, Strauss, Debussy, Puccini, Bellini y Gerardo Guevara, presente en la clausura del festival. Mención esencial merecen las interpretaciones de la obra de Mozart, aquel adelantado del arte, que siempre será futuro. (O)

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