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El Telégrafo
Gustavo Pérez Ramírez

Preguntas ineludibles

29 de marzo de 2015

Al experimentar el mal físico no es raro preguntarse: si hay Dios, ¿por qué existe el mal y el sufrimiento?
El catecismo de la Iglesia católica aporta enseñanzas al respecto e ilustra sobre ‘las vías de acceso al conocimiento de Dios’, ‘el misterio de la creación’, etc. Sin embargo, el hombre moderno requiere de una explicación actualizada ante el creciente tsunami de descubrimientos científicos, especialmente en neurociencia.  

Aún adolecentes se hacen preguntas, como la que hizo al papa Francisco la niña filipina de 12 años, Glyzelle Palomar, quien había sido rescatada de la calle donde sus padres la habían abandonado y comía de la basura. Después de advertir que “hay muchos niños abandonados por sus propios padres, muchos víctimas de cosas terribles, como las drogas o las prostitución, sollozando le preguntó: ¿Por qué Dios permite estas cosas, aunque no es culpa de los niños?

Se pueden formular muchas más preguntas, como para responder desde una teología de la liberación. Por ejemplo, respecto al comercio de esclavos que un traficante  holandés embarcaba en la isla Gorea, frente a Dakar, capital de Senegal, con destino a Cartagena de Indias. Allí un jesuita, después canonizado, los recibía, les secaba las lágrimas, los curaba y reconfortaba, pero permitía que siguieran su viaje inhumano, esta vez, para el Valle del Chota en Ecuador, a trabajar en las haciendas de los jesuitas. ¿Cómo Dios permitió esto?

Cuando uno visita en Arequipa, Perú, el museo donde está la momia Juanita, la mejor conservada del continente, víctima del rito Capacocha del imperio inca para mantener ‘el orden cósmico’ y reflexiona sobre los miles y miles de niños que, como Juanita, fueron sacrificados a dioses después de una ascensión penosa en ayunas al santuario de alta montaña, no puede menos que preguntarse: ¿por qué Dios no intervenía para evitar las ofrendas humanas a su nombre? ¿Basta el anuncio del profeta Oseas: “Dios quiere misericordia, no sacrificios”?

Algo más radical plantean algunos científicos, que dicen haber descubierto que el mundo no necesita de un creador. Tal, el  físico Stephen Hawking, quien en su libro El gran diseño sostiene que “el universo surgió de manera espontánea por consecuencias inevitables de las leyes físicas”.

Son muchos los que, sin ser científicos, ante el Mal y las crueles contradicciones de la vida, dudan de la existencia de Dios, y se hacen por lo menos agnósticos.

Sería muy bien recibido hoy que el papa Francisco instruyera sobre la existencia de Dios. Cuenta para ello con la asesoría de eminentes científicos de la Academia Pontificia de las Ciencias, presidida por Werner Arber, ganador del Nobel de Medicina en 1978, quien es el encargado de informar al Papa de los últimos descubrimientos científicos y de preparar respuestas para preguntas en cuestión de ciencia. Él sostiene que científicamente no se ha podido probar si Dios existe o no. ¿Qué le dirá al Papa del descubrimiento de la famosa  ‘partícula de Dios’, el bosón de Higgs que descarta su existencia?

La llamada ‘fe del carbonero’ es obsoleta.

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