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El Telégrafo

Predeciblemente irracionales (2)

10 de mayo de 2012

¿Por qué todo es relativo, aun cuando no debería serlo? Dan Ariely realiza una observación fundamental: la mayoría de la gente no sabe lo que quiere, a menos que la vea dentro de un contexto. No sabemos qué bicicleta comprar, hasta que vemos a un campeón pedaleando un modelo en particular. Ni siquiera sabemos qué hacer con nuestras vidas, hasta que encontramos un familiar o un amigo que está haciendo lo que pensamos deberíamos hacer. Todo es relativo y ese es el punto.

Necesitamos claros lineamientos que nos guíen. Siempre estamos  mirando las cosas alrededor nuestro en relación con otras. ¿Recuerdan al australiano “Cocodrilo Dundee” en su famosa frase cuando es asaltado en Nueva York?: “¿Llamas a eso un cuchillo?”. E inmediatamente saca su tremendo machete y dice al asaltante: “¡Esto es un cuchillo!”.

Y Ariely completa su observación con lo que denomina el “efecto señuelo” por el cual no solamente tendemos  a comparar unas cosas con otras, sino que nos enfocamos en comparar cosas que son fácilmente comparables y evitamos comparar las cosas que son difícilmente comparables. Por ejemplo, la agencia de viajes nos ofrece un paquete turístico a París o a Roma que incluye los pasajes, hotel, las visitas a la ciudad y desayuno diario.

Es una difícil elección. Hasta que nos ofrece un tercer paquete: Roma sin desayuno diario y este es el señuelo. Ya podemos comparar cosas fáciles de comparar y la mayor parte de la gente se decide por el paquete de Roma con desayuno incluido. El efecto señuelo en acción es el agente secreto que motiva más decisiones de las que podemos imaginar.

¿Qué tal el caso de nuestro amigo que va solo a las fiestas? Es muy probable que tenga limitado éxito con las chicas. Hasta que nos invita a  acompañarlo un viernes en la noche, sabiendo que somos un poco menos atractivos que él. Ahora ya tienen con quien compararlo y esto hace que las muchachas ahora lo prefieran. Todos hemos vivido alguna vez esta experiencia. Ahora saben el secreto.

La relatividad nos ayuda a tomar decisiones, pero puede hacernos también una vida miserable. ¿Por qué? Por los celos y la envidia que surgen de la comparación con otros. Y fue por una buena razón que Dios puso el mandamiento “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”. Y es probablemente el mandamiento más difícil de obedecer, pues está en  nuestra  naturaleza humana el comparar.

Sí, la relatividad con la que percibimos las cosas es un problema y pocas veces podemos controlar la forma como comparamos, tratando de seleccionar el entorno donde tomamos decisiones de tal manera de focalizar nuestra atención en aquello que está más acoplado a lo que somos.

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