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El Telégrafo

Por un nuevo paradigma de democracia

01 de diciembre de 2013

Ante la seudodemocracia que se pretende consolidar ‘manu militari’ en Honduras para salvar al capitalismo, y la pérdida de credibilidad en paradigmas democráticos, antiguos y contemporáneos, es urgente reflexionar sobre la esencia de la democracia.

La democracia emblemática de Grecia, la de Solón y Clístenes de Atenas, del siglo de Pericles, no fue tan democrática. Se sabe que solo un 10% de la población tenía derechos políticos y había esclavos, si bien fue semilla que fructificó y se fue perfeccionando,  interrumpido su crecimiento con la guerra del Peloponeso que, aunque restaurado, quedó sometido a la  hegemonía de Alejandro Magno.

La pretendida democracia liberal de EE.UU. hoy hace agua por todos los costados, si bien se la presenta al mundo como paradigmática.

Se inició eliminando a los aborígenes y  apropiándose ilegalmente de gran parte de lo que hoy es su territorio; mantiene la pena de muerte que extiende fuera de su territorio con drones; no se rige por la mayoría, como lo comprueba su criminal bloqueo a Cuba, condenado reiteradamente en la Asamblea de la ONU por mayoría absoluta de votos; un pequeño partido, el Tea Party, se impone y hasta paraliza al Gobierno. ‘Democracia’ invasora y guerrera, que enriquece al complejo industrial-militar, pero que deja más de un millón de veteranos de guerras mendigando en las calles.

‘Democracia’ que más consume drogas en el mundo, estimula el mercado declarándolo ilegal y contribuyendo a la producción y mercadeo con precursores químicos, armas, medios de transporte que adquieren los narcotraficantes, cuyas ganancias van en su mayoría al sistema bancario gringo. ‘Democracia’ imperial, que acoge refugiados del fascismo de todas las raleas, y se sustenta en la economía capitalista, hoy en crisis sistémica, cuyas riquezas fluyen al 1% de la población. La lista es larga. Hasta reputados columnistas gringos, Krugman, Kristof y otros la fustigan. Este último sostiene que hay cerca de 60.000 personas que pueden llamarse nuevas versiones de esclavos, incluidos inmigrantes ilegales, obligados a trabajar sin remuneración bajo amenazas de violencia.

Felizmente, el mundo ha venido desilusionándose de la tan cacareada democracia, ahora que descubre que espía hasta a jefes de Estado. No negamos que haya habido aciertos, pero el sueño americano ya no es sino una quimera.

Un posible paradigma de auténtica democracia debe asegurar la participación universal, tema para una próxima columna.

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