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El Telégrafo

Por encima de las posibilidades

15 de noviembre de 2012

Durante esta semana, he seguido con mucha tristeza la noticia de la huelga general de trabajadores, como producto de la agobiante crisis económica que atraviesa España. Por momentos recordaba los tiempos en que yo vivía en España, cuando se hablaba del “milagro español”. El crédito fácil y barato de esa época, que desde mi punto de vista constituyó el gran lastre de su sistema financiero, incitó a muchas personas a gastar dinero que no tenían, es decir que no ganaban, en bienes y servicios que no necesitaban. Me refiero a todos los caprichos que se daban muchos españoles en comprar más de una vivienda, automóviles, viajes al exterior y otros gastos elitistas que se hicieron habituales en esos años de bonanza.

Como consecuencia de la burbuja financiera e inmobiliaria, el PIB creció de forma irreal a un ritmo que incluso en países más desarrollados causaba sorpresa. Luego se creó otra burbuja, la del sector público, con aumento exagerado del gasto. A la par se construyeron decenas de nuevas universidades, centenares de nuevos hospitales, aeropuertos, carreteras y servicios.

Asimismo, durante esos años mágicos del “milagro español”, los ciudadanos disfrutaban de prestaciones sociales por arriba de lo que España se podía permitir, porcentajes de subidas salariales por encima de lo que la competitividad española podía proponerse. Como resultado de esto, tenemos una debacle del sector privado. Según los últimos datos del Banco de España, el pasado mes de septiembre el endeudamiento de las empresas y familias ascendía a 2,05 billones de euros, prácticamente el doble de su PIB.

Como era de preverse, ahora España se encuentra con un desfase de ingresos y gastos de casi 100.000 millones de euros. Con un sector financiero que tiene una deuda de 1,2 billones de euros. Mientras que los sectores empresarial y de créditos con un nivel de endeudamiento de más de 1 billón. A ello se agrega un sector público con un déficit de casi un 10% del PIB y una deuda pública que es de casi otro billón de euros.

Por tanto, quien piense que los españoles no han vivido por encima de sus posibilidades, porque alguno no compró un carro de lujo, no adquirió más de una casa, porque su empresa no se endeudó más de lo razonable, o porque no tienen la culpa de que la banca opere con reserva fraccionaria unida a titulaciones bursátiles en una especie de estafa piramidal de Ponzi, pero legal, no asume su parte de responsabilidad.

Concluyo aclarando que yo siempre defenderé el estado de bienestar, ya que junto a unas dosis adecuadas de libre mercado, han permitido al mundo evolucionar a cotas sociales nunca antes vistas a lo largo de la historia. Pero también se tiene que ser responsable y evaluar las cosas que, como sociedad, los españoles han hecho mal. Su clase política debería emular el ejemplo de la de Suecia. Allí en los 90 tuvieron una crisis económica, pero supieron salir de ella, pensando en el bien común, y no en el de la banca y los políticos.

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