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El Telégrafo

Política exterior eficiente

03 de enero de 2014

Desde la perspectiva de las necesidades más sentidas y fundamentales de la nación, los fines de la Revolución Ciudadana y los irreversibles cambios de época, la transformación emprendida en la diplomacia ecuatoriana, son de una relevancia vital. Singularmente, en el ejercicio del economista Ricardo Patiño, actual ministro de Relaciones Exteriores, estas reformas, ambiciosas y justas, tanto en la forma como en el fondo, están dando los frutos que requiere el nuevo régimen social.

Se han roto aquellas posiciones de mera formalidad protocolar, que como falso correlato del pasado reciente se detenían en cuestiones conceptuales y procedimentales, que impedían tener una verdadera estrategia en la metodología e instrumentación de una política internacional, a mediano y largo plazo coherente con la realidad de América Latina y el planeta  y que soslayaba las grandes modificaciones del orden mundial, tanto en lo geopolítico como en lo económico.

La propuesta renovadora y las obras específicas planteadas tienen como leitmotiv  el interés nacional y los altos postulados de la patria, y se compadecen absolutamente con el proceso revolucionario que, en paz y democracia, están logrando sacar a nuestra tierra del subdesarrollo y la dependencia  de dos siglos. En la inspiración y el diseño de dichas acciones se han considerado -pienso yo- los aportes, no solo de los  funcionarios y asesores, también de la ciudadanía y sectores de opinión que han visto con satisfacción todas aquellas decisiones sustanciales, como: la incorporación como miembros del servicio exterior a ciudadanos de  pueblos ancestrales; la ampliación de relaciones diplomáticas y comerciales con Estados de buena parte del orbe; el rol protagónico en la fundación de las nuevas organizaciones de integración del continente; el  apoyo decidido a compatriotas migrantes dispersos en geografía hostil, de sociedades en crisis; el mejoramiento impresionante de los lazos con pueblos y gobiernos de las repúblicas vecinas; la adhesión a valiosas convenciones, como la del mar y la revisión y denuncia de tratados lesivos; la preservación del   derecho de asilo y refugio, y el repudio a las agresiones en Cuba y Argentina; los procesos de denuncia y movilización general contra trasnacionales amorales, como Chevron. Logros que se sintetizan en la tesis única, la rigurosa defensa de la soberanía del Ecuador. Y es que nuestro pendón nacional ha estado inhiesto, incólume, respetado en la región y en todo el mundo.

Por tanto, la obligación de avanzar es irrenunciable, la búsqueda de nuevos espacios de libertad, solidaridad y justicia tienen asideros confiables en los actos legítimos de nuestro canciller, en un contexto universal donde los ricos hacen gala de su poder y sus siervos de estulticia, la voz de Ecuador seguirá mostrándose en los foros de la humanidad con verdad y realizaciones, progreso material, desarrollo humano, dignidad y coraje, reiterando su identidad de pueblo libre e indómito.

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