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El Telégrafo
Samuele Mazzolini

Podemos y el nacionalismo

21 de abril de 2015

El secretario político de Podemos, Íñigo Errejón, es siempre particularmente explícito a la hora de manifestar la voluntad de no querer universalizar el discurso de Podemos. En efecto, las situaciones y los materiales políticos a través de los cuales Pablo Iglesias & Co. han construido su retórica son anclados en el momento que vive España y Errejón tiene razón cuando asevera que no existe un modelo que sea bueno para todos. Pero esto no significa que Podemos no ofrezca a las demás fuerzas europeas una lógica política más general y no intente proponer soluciones de alcance europeo.

La susodicha actitud va de la mano con el acento nacionalista y soberanista del cual anda cargado el discurso de Podemos. No se trata de un ensimismamiento conservador o de mirarse el ombligo.

El nacionalismo es totalmente resignificado, ya que resulta vaciado de todo contenido reaccionario y de cualquier pulsión chovinista, convirtiéndose así en un poderoso instrumento para conectar mejor con las tradiciones populares y proveer un sentido de comunidad. Se trata de la apropiación de una bandera sin duda tradicionalmente ajena a la izquierda europea, cuyo proceso, sin embargo, conlleva una modificación de su contenido y de su orientación. En el mismo sentido, el soberanismo, elemento íntimamente asociado, al acusar la Unión Europea de haberse vuelto en un proyecto esencialmente germano-céntrico, postula la restitución de la soberanía a los pueblos y cobra unos tintes que tienen consonancia con el antiimperialismo latinoamericano.

Estos dos conceptos no están necesariamente en contraposición al europeísmo. Más bien, Podemos opera una negociación entre los dos polos que termina por compatibilizar tendencias hasta ahora netamente opuestas. Por comenzar, Podemos reconoce que el espacio primario de la disputa de poder sigue siendo el Estado-Nación. A pesar de toda la literatura que ha dado el Estado por muerto, este sigue siendo el espacio al cual una fuerza política puede razonablemente acceder para transformar el statu quo. El contexto europeo, en cambio, lo impide, ya que no está aún plenamente constituido como espacio de disputa político-electoral.

El rumbo político de la Unión Europea -además- es determinado a través de la negociación -necesariamente sesgada por las asimetrías geopolíticas- de las voluntades políticas que emergen en cada Estado miembro.

Este razonamiento no equivale a ignorar la existencia de mecanismos de alcance continental que atan los Estados al neoliberalismo. De hecho, el proyecto de Podemos alberga también aspiraciones europeas, reconociendo tanto las potencialidades de este espacio, como el hecho que para que el cambio sea efectivo, este tiene que trascender las fronteras nacionales. En el respeto de las diferencias, la coordinación y la enseñanza mutua entre las fuerzas políticas que se oponen al neoliberalismo es un aspecto clave para que el desafío anti-austeridad cunda por el resto de la Europa mediterránea y lo demás del continente. El camino hacia este objetivo transita de todos modos por la toma del poder en cada contexto nacional. (O)

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