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El Telégrafo
Samuele Mazzolini

Podemos: apuntes sobre la etapa londinense

16 de septiembre de 2014

Este sábado presencié una iniciativa organizada por la formación política española Podemos en la ciudad de Londres. La capital inglesa es vista como una etapa obligatoria para cualquier sujeto colectivo que aspire a cobrar relevancia, una especie de bautizo internacional. Excepto que Podemos, en vez de llevar sus reverencias y aseguramientos al capital financiero londinense, lo hizo para conocer y hacerse conocer por los millares de españoles obligados a dejar las fronteras de la Península Ibérica. He aquí ya una primera similitud con el camino inicial de la Revolución Ciudadana en Ecuador: la mano tendida a una entera generación migrante, expulsada del país por un sistema incapaz de garantizar un futuro decente.

El evento fue también la ocasión para estrechar lazos con las fuerzas locales más afines, a partir de los ponentes, ambos de espesor político: el director cinematográfico Ken Loach y el joven polemista Owen Jones. La artillería de Podemos no fue menor, con la presencia de la flamante eurodiputada Tania González e Íñigo Errejón, estratega político del movimiento.

Más que avanzar un relato de la jornada, me interesa hacer hincapié en unos puntos cruciales que caracterizan la práctica encarnada por Podemos y que se hicieron evidentes a lo largo del evento. Casi involuntariamente, el elemento de ruptura se manifestó con mayor fuerza en el momento de las intervenciones del público. Portavoces de pequeñas realidades de la izquierda inglesa disputaron el partido de los eslóganes más altisonantes y de las pequeñas trifulcas, dejando patente el abismo que los separa de la operación política que es Podemos. Con respeto y sin presunción, Errejón no perdió la ocasión para recalcarlo, poniendo en evidencia el carácter nacional-popular de Podemos, un movimiento que, de forma explícita, no se pone el objetivo de aglutinar fuerzas de izquierda preexistentes. Podemos se distingue más bien por ser un sujeto que interpela los de abajo en contra de los arriba, más allá de las experiencias políticas maduradas hasta ahora por cada uno de los que se sienten aludidos por su discurso.

Errejón es, en este sentido, un manual operativo viviente de las teorías de Antonio Gramsci y Ernesto Laclau: es consciente del descrédito en que vive la palabra ‘izquierda’ y, sin renunciar a una orientación ideal progresista, procura articular un discurso de amplio alcance, un discurso nacional que apela al sentido común, que no cierra la puerta a quien nunca se ha sentido antes de izquierda, y que ayuda a identificar los responsables del actual colapso económico y moral: el conjunto de las élites económicas y políticas de España y Europa.

¿No se trata de una operación parecida a la de Rafael Correa? Sin dejar de pensar en términos emancipatorios, Correa renovó a partir de 2007 el repertorio simbólico de una izquierda nacional sin perspectivas, articulando demandas, simplificando sus alocuciones, evitando dogmatismos, sentándose a comer en los mercados de los pueblos. Sin querer exagerar con las similitudes, hay que esperar que del modelo ecuatoriano Podemos replique una ulterior y sin embargo fundamental característica: la capacidad de mandar a la casa a una clase dirigente charlatana y depredadora.

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