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El Telégrafo
Guido Calderón

Pobre carnaval

22 de febrero de 2015

Unas 50 ciudades organizaron y promocionaron un carnaval muy poco diferenciado de una urbe a otra. La tónica fue desfile, conciertos musicales y el juego con agua y espuma.

Existió una sobreoferta de lo mismo para el público habitual de cualquier otro feriado, un incremento en la movilidad del 8% que revela el Mintur no significa que la abundante publicidad carnavalera haya tenido gran convocatoria.

Ambato, con su carnaval de flores y frutas, ha perdido el gigantesco flujo de turistas que tenía hasta hace unos 5 años, donde los que valoraban una fiesta sin agresividad y gran contenido cultural y artístico asistían fielmente. Su oferta se desvaneció entre las docenas de otros carnavales.

Guaranda, con su carnaval ‘tradicional’ que moja al visitante por dentro y por fuera, también menguó notablemente sus seguidores, frente a los muchos carnavales que insistían en ser diferentes, autóctonos y auténticos, pero todos tuvieron el mismo esquema: conciertos de artistas nacionales y el endiosamiento de costosos artistas extranjeros, dejando de lado la promoción de los atractivos, bellezas y actividades locales.

Preocupante que ciudades de tamaño mediano, con ajustados presupuestos para turismo, gastaron entre 200 mil y 400 mil dólares en los 4 días de carnaval, sin mucha trascendencia y poca concurrencia, tan poca como las que tuvieron ciudades que no ofrecieron nada, de hecho, para quienes no les gusta el ‘juego’ del carnaval, no hubo ninguna oferta en firme, pues se partió del supuesto que a todas las personas nos gusta recibir un chisguete de espuma en la oreja o un chorro de agua en la cabeza.

Los pocos  elementos diferenciadores se dieron en ciudades como Otavalo, Guamote o Colta, donde las mayorías indígenas resaltaron los contrastes obvios. El elemento étnico prevaleció también en los asistentes.

Con los presupuestos gastados en pocos días algunas ciudades pudieron plantearse campañas de promoción de mayor alcance y mejores resultados para fechas diferentes y lograr un importante flujo de visitantes que inyecte ingresos reales. Pocos turistas caros de convocar no dejaron ingresos sustanciales a las ciudades, salvo a aquellas que sí son destinos turísticos. También difícil de asegurar que tanto dinero se gastó correctamente en tan corto tiempo.

Un gran punto a favor fue que las fiestas de carnaval ya no tuvieron al auspicio de marcas de licores que embriagaban a poblaciones enteras con consecuencias desastrosas. Se bebió muchísimo menos y bajaron los indicadores de siniestralidad. Fue un carnaval más seguro.

Eventos caros con pobres concurrencias, repercusión mediática mínima, retornos nulos a la inversión realizada, cero posicionamiento, son lecciones que los noveles alcaldes deben aprender y no derrochar sus presupuestos para turismo en un feriado que, para muchos, fue incómodo por la agresividad y aburrido por la falta de creatividad.

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