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El Telégrafo

Piel de bardos en el puerto

26 de noviembre de 2013

Entre las aguas mansas de Guayaquil, con la historia que impone el faro y la ventisca que cubre a la metrópoli agitada de miradas ataviadas, se desarrolló del 18 al 22 de noviembre el VI Festival Internacional de Poesía Ileana Espinel Cedeño, por iniciativa del colectivo Buseta de Papel, bajo el liderazgo organizativo de Augusto Rodríguez y Siomara España, y el apoyo de diversas entidades culturales e instituciones académicas. Evento que concitó el interés por redescubrir la parábola y la sensibilidad de los otros.

Como aspectos trascendentes de la programación planificada se efectuó la lectura de poemas, presentación de libros, disertación de temáticas literarias, talleres y conversatorios dirigidos a un múltiple público, especialmente proveniente de las aulas universitarias. Así también se difundió el veredicto del concurso poético convocado en el marco del festival.

Varios países (Italia, Irak, Cuba, México, Chile, Bolivia, Perú, Colombia, Ecuador) tuvieron su expresión lírica emanada de bardos, quienes desde la arena, el barro y la ceniza transmiten la heredad del hombre, la perturbación de los actos mundanos, la desidia colectiva, la audacia que supera a la derrota, la esperanza a pesar de los vientos en contra, el miedo que provoca el fusil y la barbarie, la seducción del último beso demente, el resplandor de los muslos movedizos, la música de las mujeres ardientes, el ocaso que deviene de la noche, la mirada furtiva ante el deseo inacabado, las lágrimas que se anteponen al insomnio, el juego de la ruleta rusa, el acecho de la víctima perdida en su desesperación, el parque en donde las iguanas y los pájaros se hastían de halagos inútiles, el penúltimo café frente a la silla vacía, el testimonio de un puerto que se inmola con su propio futuro.

De esta congregación cómplice con el verso, recojo una mínima muestra inundada de lirismo, como el enunciado por Freddy Peñafiel: “Escribir/ borrar/ ver la pantalla en blanco/ y no poder dormir/ buscar la palabra precisa/ la exacta/ la monosilábica/ la bisílaba/ asonante/ rítmica/ la que me falta para cerrar/ el libro/ la que necesito para sostener la puerta/ y que no se salgan los buenos momentos”.

O lo descrito por Mónica González Velázquez: “Ahora que por fin te vas, déjame al lado de la carretera y/ con la boca por/ delante./… Déjame con ansias, el piso alfombrado,/ los labios, el/ corazón apretado; mordiscos en la cavidad de la boca y/ unos labios/ blanquísimos sin nombre./ Pero sobre todas las cosas, déjame con mi dosis de/ realidad y un vaso/ de agua en la mano”.

También lo extraído de la pluma de Gabriel Chávez Casazola: “El eje del mundo se ha movido hoy diez centímetros/ a la izquierda o a la derecha quién lo sabe/ pero los poetas esta noche andan revueltos/ y se descalzan/ y entran al río/ y se ponen/ a atrapar/ el resplandor/ de las estrellas/ a atraparlas/ con las manos/ en el agua”.

Y el cántico de Cinzia Marulli: “No tengan miedo, descuiden,/ los poetas son buena gente:/ no se van desnudos por la calle/ no tienen rostros demacrados,/ no caminan descalzos/ sobre ascuas./… Les aseguro/  los poetas son buena gente/ incluso si a veces son irritantes/ se apropian/ de los sentimientos que vagan por el aire/ los beben y se emborrachan/ y luego arrojan palabras -las graban en el papel-/ cortan ferozmente la luz fría/ del vacío/ Lloran los poetas -lloran la sangre del mundo-/ excavan en las minas más profundas/ las destapan para inundarlas de luz/ Y si todos ustedes no les tienen miedo/ les aseguro/ los poetas se volverán realmente buena gente”.

Feliz retorno, queridos poetas.

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