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El Telégrafo

PhD, el primer mundo y la dependencia (2)

06 de octubre de 2012

El Ecuador requiere en 20 años hacer en la educación universitaria lo que no ha realizado en 200. Otros lo hicieron en 30 y 40 años con igual pobreza en la educación y con la desventaja de no contar con la extraordinaria riqueza de recursos naturales que poseemos. Por eso es que podemos hacerlo en menos tiempo si, como política del Estado ecuatoriano, se mantiene la trascendental decisión.

Existe en el país unanimidad de opiniones coincidiendo con los altos objetivos del presidente Correa para la educación superior, no en el tiempo para alcanzarlos. Si se pone de acuerdo con sus detractores, perdería el liderazgo y quedaría enredado en los hilos de la mediocridad. Antes de comenzar la primera meta de cinco años, ya se solicita más tiempo. Los mediocres dependientes quieren seguir haciendo lo mismo, repetir los hábitos de siempre, sin aceptar el gran desafío. Se requiere urgentemente despertar las potencialidades inactivas y bloqueadas y hacerlas fluir hacia la transformación universitaria.

Un doctor a nivel PhD produce conocimiento, centrado en investigar conoce a profundidad el tema al cual se dedica y busca nuevos caminos. Un magíster se ubica en la aplicación del conocimiento en su especialidad. Tenemos que superar los frenos mentales, que como cárceles con barrotes invisibles nos prohíben liberarnos. Pretextos que nos autojustifican para no hacer un esfuerzo extraordinario y descubrir el límite de nuestras potencialidades y sueños.

Derribemos las excusas de la mediocridad. Visualicemos los principales enemigos: creer que no podemos ser un PhD en este momento de la vida, que el tiempo es muy corto, que es un lujo que todos los profesores universitarios sean PhD, que no es realista, que somos de un nivel inferior, que no nos merecemos tanto, qué se obtiene teniendo profesores altamente preparados con estudiantes deficientes; qué el título PhD se va a devaluar como muchas de las maestrías actuales; que los profesores universitarios no necesitan ser PhD, que el Estado no tiene dinero para financiar las investigaciones de los PhD, que la obtención de un PhD no es barato, etc.

El alma del PhD es su espíritu investigativo. La falta de recursos o estar aislado en un lugar no es una barrera insalvable para los creadores y productores de conocimientos, lo enseña la historia de la humanidad. Lo contrario es la mediocridad, la dependencia y la exclusión económica, social, cultural y espiritual. Crear y producir o repagar por utilizar lo que producen otros es el dilema.

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