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El Telégrafo

PhD, el primer mundo y la dependencia (1)

22 de septiembre de 2012

Nos encontramos ante el mayor y más radical esfuerzo de cambio de la universidad ecuatoriana en toda su historia. El anterior lo intentó Gabriel García Moreno, que se acabó con su asesinato. Se quiere que la universidad  tenga y produzca doctores a nivel del primer mundo, es decir PhD, que a través de sus investigaciones sustituyan muchas importaciones y alcanzar una diversificada, eficiente y eficaz industria nacional que detecte, investigue y resuelva los problemas  importantes del país.

El poder del primer mundo se encuentra en la producción del conocimiento generado por los PhD. Prácticamente se puede medir el poder de un país por el número de PhD que tenga, y más todavía por el número de PhD que tenga con relación a los habitantes de cada país. La India, en términos absolutos, tiene muchos doctores a nivel PhD, pero resultan pocos comparados con su población. Chile es el país que más ha mejorado la educación superior en América Latina y el Caribe, y simultáneamente es de los más antidemocráticos. En el Ecuador es una realidad lo que los estudiantes universitarios chilenos están reclamando, pero la educación no es la que se requiere. Por esos caminos no se llega al primer mundo.

La universidad ecuatoriana ha andado al trote y, en su mayor tiempo, tan solo ha caminado. El presidente Correa quiere que se ponga el acelerador a fondo y que se compita con las mejores universidades del mundo y alcanzar un lugar destacado entre ellas. El objetivo es ambicioso, extraordinario, para lograrlo se requiere un gran esfuerzo  de parte de la universidad y del Estado ecuatoriano en su conjunto. No se lo puede alcanzar con personas de mentalidad ordinaria, mediocres, que no quieren salir de su zona cómoda, haciendo todos los días lo mismo. Einstein decía que locura es pretender cambiar haciendo lo mismo.

Lao Tse, hace miles de años, creía que el saber muy elevado es perjudicial, si no está acompañado de la virtud, que es servir a los demás. Aníbal Ponce decía que “cuando a la cultura se la disfruta como un privilegio, envilece tanto como el oro”.

Siento vergüenza ajena por muchas de las opiniones vertidas en estos días por ex rectores, autoridades, profesores y profesionales que al momento usufructúan la dependencia estructural de la que se han aprovechado por aquello de que “en tierra de ciegos el tuerto es rey”; en forma egoísta y hasta mezquina y que piensan que “agua que no has de beber, ensúciala”, sacrificando el desarrollo de la universidad y del Ecuador.

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