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El Telégrafo

Periodismo in the pendiente

10 de febrero de 2012

“No es lo mismo periodismo independiente que periodismo in the pendiente”, declaraba la inefable Mafalda en alguna tira de aquellas en que memorablemente la dibujó Quino (Joaquín Lavado). Y no cabe duda de que la aserción vale la pena  ser retomada.

Abunda en estos días, en nuestros países latinoamericanos, la referencia a sí mismos -por parte de los grandes medios privados- como espacios de “periodismo independiente”. Pareciera que estar en contra de gobiernos que no solo fueron elegidos popularmente sino que cumplen con mejoras para los sectores sociales más postergados, fuera certificado de independencia de criterio. Pero advirtamos que no solo podría dependerse del Estado o del Gobierno; los medios debieran ser independientes de la oposición política y de los grandes empresarios. Y los periodistas, como tales, debieran ser independientes de sus jefes y de los dueños de los medios en los que trabajan. Lo cual, a todas luces, casi nunca ocurre. De lo cual se deduce que los proclamados independientes son claramente dependientes.

No está de más recordar -por otra parte- que la legitimidad de un gobierno se logra por origen y por ejercicio. A los gobiernos se los elige por voto popular y, además, se los pondrá a prueba en elecciones posteriores, según lo que hayan realizado. Por ello es más legítimo aquel periodista que apoya a un gobierno con sentido popular -lo cual no siempre implica ser dependiente del mismo-, que el que apoya a empresarios mediáticos que nadie votó jamás, que no se irán después de un período ni de dos ni de diez, y que no rinden cuenta pública posterior de sus actos por vía de alguna consulta popular que los juzgue.

Están también no pocos periodistas honestos que trabajan en los grandes medios privados, y que viven genuinamente convencidos de su autonomía de criterio. “A mí nadie me ha dicho nunca en el medio en que trabajo qué es lo que tengo que decir”. Vaya ingenuidad; están ganados por lo que el gran sociólogo P. Bourdieu llamaba la “illusio”. Creen en el mito fundador de su profesión, la independencia de criterio. Basta con preguntarles si podrían escribir en su medio en contra de los intereses empresariales de los dueños de ese medio, para que se den cuenta de que están poseídos por una ilusión. No se necesita que nadie le ordene a un periodista qué tiene que decir; al periodista, como a toda persona sensata, no le será difícil advertir qué es lo que puede decirse en el medio y qué no, sin que nadie se lo haya indicado expresamente. Y, por cierto, quien no entienda esa situación podría perder su trabajo, lo cual es una invisible pero pesada espada de Damocles.

Toda la epistemología contemporánea deja claro que no existe un “no lugar” desde el cual percibir el mundo. No hay virginidad perceptual, no hay alguien que vaya sin preconceptos a la realidad. A los periodistas que apoyan a los procesos populares en curso en Latinoamérica (con sus logros y, por cierto, sus inevitables imperfecciones) se los acusa de ser “parciales”. Y claro que lo son, pues todos tenemos alguna posición desde la cual comentamos y opinamos. Lo malo es que los “independientes” niegan su propia postura en un acto de definida hipocresía. Y cuando creen genuinamente ser neutros, muestran ignorancia acerca de sí mismos (en tanto son esclavos de su propia ideología, ya que no pueden reflexionar sobre ella, pues ni siquiera son capaces de advertir que la tienen). Son los que creen ver “las cosas como son”, con una carencia total de comprensión de lo que la teoría del conocimiento enseña.

No hay, pues, periodismo independiente. Hay quienes tienen una posición y quienes tienen otra, eso es todo. Los presuntos “independientes” son solo los que no se hacen cargo de su propio punto de vista, y pretenden hacerlo pasar por supuestamente neutro y universal. Como eso va contra cualquier teoría social seria sobre qué es la ideología, sin duda que aquello con que nos encontramos merece ser denominado “periodismo in the pendiente”.

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