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El Telégrafo
Aníbal Fernando Bonilla

Periodismo, ese oficio apasionante

13 de enero de 2015

En la esfera social, el periodismo cumple una responsabilidad que sobrepasa el enfoque informativo, sin prescindir de tal raíz primigenia. Sin duda que su génesis es la transmisión de los hechos desde una metodología investigativa que incluye la recepción de datos, verificación de pistas, contrastación de fuentes, depuración de filtros, etc., cuya agenda temática tiene su fundamento en la realidad cotidiana -en la calle y con la gente-, más allá de cocteles oficiales, intereses grupales y presión de estamentos corporativos.

La intención básica del periodismo es relatar los sucesos acaecidos en diferentes momentos, circunstancias y coyunturas a partir de una contextualización de los mismos. Esto implica convalidar certezas y argumentos con un lenguaje creativo. Es ahí en donde se marca la diferencia profesional, que se fortalece con la credibilidad reporteril. El periodista en estos tiempos de innovación tecnológica no debe perder nunca el sentido común y la valoración ética detrás de su profesión, en donde la narración de historias debe devolvernos la esperanza en la construcción de una mejor comunidad.

Es cierto que esta acelerada modernidad conlleva a la actualización de conocimientos en quienes asumen el manejo de los mass media, pero, a la par, es imprescindible, repensar el rol periodístico respecto de asuntos de interés público y que se enmarcan en una veeduría dirigida al poder político. Basta el caso de México para ejemplificar la importancia del periodismo -como espacio de relato y denuncia- en una nación sumergida en una espiral de violencia y de marcada corrupción, como consecuencia de la repudiable actuación de los gobernantes de turno.

Ante eso, el periodista se enfrenta a toda una maquinaria de amedrentamiento y persecución en dicho país, así como en otros, como resultado de su inquebrantable tarea de revelar los acontecimientos que incomodan al poder. Ese es el riesgo asumido frente a esta noble profesión, aun a costa de ofrendar la vida. Tal es el testimonio ilustrativo en estos días en Francia, en donde el fundamentalismo religioso ha reavivado los signos intolerantes de Oriente Medio hacia Occidente con la muerte a mansalva de varios caricaturistas, reporteros y editores del semanario satírico Charlie Hebdo, lo que propició el repudio mundial.

El comunicador social, desde su caleidoscopio, observa su entorno y comparte esa mirada a los otros. Aquello a veces no es de la complacencia de ciertos sectores influyentes, sin embargo, eso no debe soslayar en la labor esencial asumida en la sala de redacción.

El periodismo coadyuva -tal vez sin ser su cardinal opción- a cimentar las bases democráticas en los Estados, ya que permite canalizar los hechos de interés general y abrir instancias de debate sobre los mismos. La radio, televisión, prensa escrita -y ahora medios alternativos y las redes sociales virtuales- permiten la consolidación de sociedades debidamente informadas y, con ello, con mayores elementos de juicio para el cabal discernimiento ciudadano.

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