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El Telégrafo
Aníbal Fernando Bonilla

‘Pepe’ Mujica o el sentido común de un revolucionario íntegro (II)

24 de marzo de 2015

Este peculiar personaje de usanza campechana ha alcanzado una proyección internacional de enormes ribetes, aunque -paradoja de la política- en su propio país haya tenido severas críticas por las formas de gobernanza, desde marzo de 2010. Sin embargo, a Mujica no le ha interesado mayormente introducir estrategias de imagen (a lo contrario de lo que se podría suponer) que sostengan su período presidencial, cuando en lo esencial primó su tesón por alcanzar óptimos niveles de subsistencia en la gente más humilde, a la cual donó más del 90% de su sueldo como Ejecutivo.

Es en esa alta dignidad en donde hizo todos los esfuerzos posibles para reducir los niveles de indigencia de los ‘sumergidos’. Para lo cual aplicó programas como ‘Plan Juntos’, destinado a dotar de vivienda a los sectores sin techo, o los proyectos en salud y educación (Promejora, creación de la Universidad Tecnológica). Asimismo, mostró interés en temas: energético, agrario, productivo, laboral (en sus cinco años de gestión sobresale la reducción del desempleo), innovación tecnológica, asistencia social, infraestructura, medio ambiente y seguridad pública -este último de clamor nacional-, sin descuidar la estabilidad -e incluso crecimiento- de la economía en territorio uruguayo, dominado otrora por blancos y colorados.

Dotado de sentido común, Mujica entendió que había que traspasar la línea de fuego, desde una ecuménica perspectiva de Primer Mandatario, por tal motivo, a la vez que se nutrió de la milenaria concepción china, hoy en auge por su capacidad inversora, o ratificó su compromiso socialista con Cuba, también entendió que era -y es menester- sostener diálogos con EE.UU. y otros países de acervo capitalista, en el marco de la exigencia al respeto de la soberanía y a la autodeterminación. Esto en la intención de apostarle al multilateralismo. Un logro indiscutible de ‘Pepe’ Mujica es retomar al unísono la convergencia latinoamericana, a través de estamentos como el Mercosur y Unasur, dando respuestas propias al fortalecimiento de la integración regional.

Cabe también dedicar unas líneas ante el audaz planteamiento respecto de la discusión y aprobación de las leyes de matrimonio igualitario, despenalización del aborto, control de la producción, venta y consumo de marihuana, y regulación de la comunicación audiovisual, con las cuales dio signos de una legislación de avanzada en nuestro continente. Hay que subrayar que otro punto a favor en la era Mujica ha sido su apego a conductas enteramente democráticas, con lo cual quedaron sin efecto las voces agoreras que anticipaban nubarrones negros en la institucionalidad uruguaya, por sus antecedentes subversivos. Lo que sí queda como deuda es una mayor incidencia en la reforma estatal.

‘Pepe’ Mujica, junto con su compañera de amores y batallas, Lucía Topolansky -senadora y aspirante  a la Intendencia de Montevideo- ha dignificado el concepto de izquierda, con muestras palpables de la verdadera condición ética del revolucionario.

Como él mismo lo asevera: “Yo creo que más importante que el discurso contestatario es lo que está en el campo de los valores y en la práctica de la vida”. Así de simple.

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