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El Telégrafo

Pegaso, orgullo

13 de junio de 2013

Hace cincuenta y dos años, el mundo se conmovía por uno de los acontecimientos más espectaculares: la incursión del ser humano en el cosmos. La ciencia comenzaba a hablar de posibles civilizaciones, de las comunicaciones interplanetarias, desbordando a la ciencia ficción.

Eran los inicios de los años 60. Existían la Unión Soviética y los países socialistas. La URSS era gobernada por Nikita Kruschev y los EE.UU., por John F. Kennedy. Fue una década de grandes ideales y esperanzas, cambios sociales trascendentales: las luchas del Tercer Mundo, principalmente  la irrupción en el escenario histórico mundial de la Revolución Cubana. La presencia de la Iglesia de los Pobres con la bondadosa figura de Juan XXIII. La protesta contra la guerra de Vietnam. La Revolución Científica Técnica, cuyos avances, a la vez que mejoraban la producción, modificaban la visión que se tenía, no solo del pasado, sino del futuro.

Qué emoción sentimos cuando  contemplamos cómo entraba en órbita hacia la inmensidad del cosmos. Más aún cuando difundió sus primeras imágenesY fue la URSS la que lanzó al espacio al primer hombre, el 12 de abril de 1961. Se llamó Yuri Gagarin. Lo conocimos personalmente en Moscú, a fines de 1962, en el Instituto Superior de Ciencias Sociales. Simpático y agradable, contó sus vivencias en su vuelta a la Tierra en 89 minutos, en su nave Vostok I, desde donde dijo: “Pobladores del mundo, salvaguardemos esta belleza, no la destruyamos”. Murió en 1968. Ya la Unión Soviética había lanzado el Sputnik I (4 de octubre de 1957), primer satélite artificial de la historia, y, en el mismo año, el Sputnik II, llevando a bordo  la perrita Laika, que murió cuatro días después. La primera mujer cosmonauta fue también soviética, Valentina Tereshkova, quien dio 45 vueltas alrededor de la Tierra a bordo de la nave Vostok VI.  

Los EE.UU., por su parte, respondieron poniendo en órbita su primer satélite, el  Explorer I,  el  31  de  enero de 1958. Se inicia así entre ambas potencias una tenaz obstinación por la conquista del cosmos.

Ha transcurrido más de medio siglo de aquellos sucesos, cuando nuestro pequeño país sorprendió al mundo, el pasado 25 de abril, con el lanzamiento de Pegaso. Un pequeño satélite, de forma cúbica, de 10x10 cm y 1,2 kg de peso, construido aquí por Ronnie Nader, con respaldo del Gobierno Nacional, lanzado desde la estación satelital de China.

Qué emoción sentimos aquella noche, cuando desde nuestra ciudad, a través de la televisión, contemplamos su lanzamiento y cómo entraba en órbita hacia la inmensidad del cosmos. Más aún cuando difundió sus primeras imágenes. Pero, casi al mes, Pegaso colisionó con los restos de un cohete ruso, perdió su orientación y no se supo más de él.

Pese a ello, el lanzamiento de Pegaso representa un gran avance de carácter tecnológico, en pos de conocimientos científicos del universo.

Quizá no se lo rescate, pero constituye una maravillosa experiencia que suscitó una motivación enriquecedora en el campo experimental aeroespacial. Y muchas simpatías por su proyección histórica.

Ecuador ha dado su primer paso en la carrera espacial. Un reto para reflexionar sobre los posibles avances en los próximos cincuenta años.

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