Publicidad

Ecuador, 30 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
 Pablo Salgado, escritor y periodista

Pedir perdón y lavar las culpas

18 de abril de 2014

Es la semana mayor del ritual católico, en la cual todos los fieles, practicantes o no, deben arrepentirse de sus culpas y pedir perdón. Confesarse y comulgar. Cumplir las promesas ante el ‘milagro’ recibido y azotarse sin descanso en la procesión del Viernes Santo. O volverse de pronto caritativo y dar cuantiosas limosnas, para así lavar sus conciencias y volver a lo mismo el resto del año.

En Ecuador, un país con una gran tradición religiosa, la Iglesia, en todas sus formas, sigue teniendo una enorme influencia, por ello las palabras de sus obispos y del papa Francisco tienen una gran importancia. Luego de un año de pontificado, muchos creen que ha ‘revolucionado’ el Vaticano y la propia Iglesia católica.  

En verdad, ni tanto. Lo que sí ha cambiado radicalmente es el lenguaje. Hemos pasado de ese decir frío y lejano del papa Benedicto XVI a un lenguaje cálido, fresco y cercano. El Papa argentino muestra en todos sus actos una sencillez y humildad que se extrañaban desde hace décadas y un carisma que ha logrado romper esa barrera impuesta para mostrar un Papa divino y unos fieles terrenales. Ahora, el papa Francisco se muestra siempre humano y ese quizá sea su acto más revolucionario.

En los principales temas de fondo no ha cambiado mucho, sigue oponiéndose al aborto y al matrimonio igualitario. También se opone a que las mujeres puedan ser sacerdotes y a la posibilidad de terminar con el celibato de los curas. Aunque a decir verdad, ha pedido al mundo ser inclusivos y terminar con la discriminación: “La iglesia es suficientemente grande para los heterosexuales y homosexuales, para los provida y proelección, para los conservadores y liberales, incluso para los comunistas”.

El papa Francisco, al igual que Juan Pablo II, ha pedido perdón. Lo hizo hace poco: “Me siento obligado a asumir personalmente todo el mal que algunos sacerdotes han causado por haber abusado sexualmente de niños”. Aunque lo ha hecho solo después de que el Comité de Naciones Unidas sobre los derechos de los niños, presidido por la ecuatoriana Sara Oviedo, denunciara la poca colaboración del Vaticano para investigar y sancionar a los sacerdotes pedófilos.

Lo mismo sucedió con el famoso Banco del Vaticano (instituto para las obras de religión) que generó una serie de escándalos vinculados con el lavado de dinero, la corrupción y la complicidad, voluntaria o no, con organizaciones criminales. No se lo suprimió, como se pensaba, si no que se lo reestructuró reduciendo su tamaño.

En el caso de Ecuador, la Conferencia Episcopal es lejana y cerrada. Más cercana a los privilegios y al poder, que a los pobres y humillados. Lamentablemente, la denominada Iglesia de los Pobres (Teología de la Liberación), reprimida y silenciada, ha perdido espacio de acción y capacidad para expandir su doctrina.      

Hoy es tiempo de reflexión y perdón. Aunque, si cumpliéramos con los mandamientos que el catolicismo impone, no necesitaríamos cada Semana Santa pedir perdón, lavar las culpas ni azotarnos en ninguna procesión.  

Que este sea el reto: ser buenos cristianos; honestos, generosos y entregados a los más necesitados. Nada más. Así, seguro, construiremos el cielo, aquí en la Tierra.

Contenido externo patrocinado