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El Telégrafo

Patria para siempre

28 de febrero de 2013

Una antigua canción del Azuay expresa en kichwa:

Rinimi llacta rinimi,
may carupi causangapa,
mana quiquin llacta shina,
cuyanguichu runataca.
Lo que en español significa:
(Voy a partir, patria mía,
a país extraño y distante.
No tienes tú para el indio
ternura propia de madre).

Eran los tiempos en que el campesino del Azuay o Cañar, dueño de una miserable parcela o carente de la más mínima, huía de la miseria o de los amos brutales hacia los ingenios azucareros del Guayas, o se dirigía a los campos petroleros de la Anglo, saqueados por los ingleses en la península de Santa Elena, o hacia las minas de oro de Zaruma o Portovelo, saqueadas por los norteamericanos.  Eran los tiempos del “Éxodo de Yangana” para los comuneros de Loja, despojados por los latifundistas; los tiempos en que los huasipungueros de Chimborazo, Cotopaxi, Pichincha, Imbabura o cualquier otra provincia serraniega se levantaban contra la opresión del terrateniente y caían masacrados.

Eran los tiempos en que los montubios eran esquilmados en las plantaciones de cacao o banano por amos criollos y extranjeros, mientras la Shell asesinaba huaoranis en el Oriente y los negros del Chota o Esmeraldas mordían el amargo pan del desempleo. Y no solo la población del campo padecía las secuelas de la pobreza y el abandono; igual drama sucedía con las tejedoras de sombreros en el Austro o Manabí, con los pobladores del suburbio en Guayaquil y demás ciudades.

El Ecuador era un país de fugitivos, de hombres y mujeres errantes, de seres para quienes la patria no tenía ternura propia de madre. Esto se volvió una tragedia masiva desde los años 60 del siglo veinte, y se acentuó sin término en los años siguientes,especialmente desde los grandes atracos bancarios, para terminar con el cuarto de toda la población nacional, más de tres millones, persiguiendo el sueño americano, español o italiano, solo para encontrarse luego en el callejón sin salida del capitalismo en crisis, expulsados de unos u otros países, encarcelados o asesinados, mientras acá, Ecuador adentro, las familias yacían destrozadas, con la añoranza de los que se fueron y enfrentadas al alcoholismo y a las drogas que hacían presa de jóvenes y niños procedentes de tales hogares.

En toda esta sombría realidad la patria estuvo siempre ausente, y el paisanaje bien pudo repetir estos versos:

Por patria tenemos solamente
himno, escudo y bandera,
un color en el mapa de América,
un asiento en la ONU
y un asiento en la OEA.

De allí también el triunfo de Rafael Correa en las recientes elecciones del 17 de febrero: el dolor por la patria ausente, la esperanza en que la patria vuelve, está volviendo. Y que tendremos patria para siempre.

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