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El Telégrafo

Pásela bien

25 de septiembre de 2012

En “La Madriguera”, de Abdón Ubidia, novela de fin de siglo, fin de milenio, cuando nuestro país fue saqueado porque años atrás -en el gobierno de Sixto Durán, pero ejercía de hombre fuerte Alberto Dahik- los controles al sistema financiero se relajaron, entonces el neoliberalismo a pleno arrasó con todo porque el Estado era el enemigo.

Ubidia desarrolla en su novela la teoría del “hermanísimo”. Alianzas soterradas y necesarias de gobernantes y hombres públicos con sus hermanos. Alfonso Guerra en España vivió su ocaso por la corrupción de su hermano Juan. En México, Brasil, Centroamérica, Perú y hasta en nuestro país hemos asistido a los “hermanazgos”, eso le hace decir a Ubidia: “Si todo poder es corrupto, no investiguen al hombre público, investiguen al hermano”.

En mi caso tengo un hermano, Guillermo, que hoy es candidato a la Presidencia. No soy parte de su proyecto, no habría que investigarme, aunque quedan los afectos que se construyeron desde siempre en un buen hogar. Estar afuera y sin  someterme al morbo de un periodismo mediocre que buscará arrancharme algún  pronunciamiento, me ha impuesto como salida elemental dejar los medios, estos medios públicos, radio, televisión, prensa, que generosamente me acogieron. 

Intento separarme temporalmente, haré otra cosa, todavía no sé qué, ojalá que la vida, por los años que ya he acumulado, no me deseche, no me proscriba solo al ámbito de lo íntimo, muy importante, pero que nunca nos explica plenamente. “Palabra suelta” ha tenido una larga temporada, también lo dejo. Lo he disfrutado, me han emocionado tantas cosas, como desvelar los cambios que nos ha tocado vivir y que solo unos medios mezquinos intentan inútilmente ocultar.

Siempre estaré agradecido con usted, su compañía ha sido el gran motor de este esfuerzo en donde he intentado comunicar aquello que hace grande al ser humano. En Ecuador tenemos gente verdaderamente grande, solo que menospreciada, como tendencia, por esa vocación comunicacional que ha establecido, como parte de su propuesta editorial, golpear nuestra autoestima social.

Despedirse abre un enorme espacio de incertidumbres, es un ritual que puede ser llenado con muchos afectos. Pedirlos no es tan fácil cuando unas máscaras han sido lo más visible.

No quiero violentar nada, solo decirle que empeñé lo mejor de mí: esa buena fe que no siempre puede suplir las carencias. Las cosas se agotan. También le agradezco a este decano, diario al que me he vinculado en distintas etapas.

Hasta luego.
Pásela bien.

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