Alemania y Francia brindan por su cooperación en Aquisgrán. Uno de los principios más importantes de la política exterior alemana después de la Segunda Guerra Mundial ha sido no tener que encontrarse de nuevo en una situación en la que se tuviera que decidir entre Estados Unidos y Francia. Pero ahora la balanza parece inclinarse claramente a favor de Francia.
Aunque las relaciones transatlánticas todavía no están en ruinas, se encuentran, gracias a Donald Trump, en grave peligro de colapso. Porque a medida que EE.UU. utiliza cada vez menos capital político para cultivar sus alianzas, crece cada vez más el extrañamiento entre los socios y las alianzas comienzan a recalibrarse.
El antiguo Tratado del Elíseo, que ahora se renueva en Aquisgrán, era un tratado de reconciliación entre países que libraron tres guerras entre sí en 75 años. En el Tratado del Elíseo se incluyó un preámbulo en el que se reconocía la importancia de las relaciones transatlánticas.
El Tratado de Aquisgrán ya no necesita un reaseguro. Afirma lo ya logrado y usa mucho espacio en sus párrafos para hablar de proyectos comunes: en la cooperación militar, en temas internacionales, o en la cooperación en organismos como el Consejo de Seguridad de la ONU.
Los alemanes y los franceses señalan que están “convergiendo cada vez más sus objetivos y sus estrategias de política de defensa”. En París y Berlín ya circulan desde hace tiempo teorías sobre la posibilidad de que Francia podría contribuir con su poder nuclear en la cooperación franco-germana. Por la parte francesa, lo que ocurre ahora en Aquisgrán es sumamente importante.
Nunca antes en la historia de Francia ha habido un gobierno tan obsesionado con la cooperación con Alemania. Si se consigue insuflar vida a este tratado, entonces los alemanes y los franceses darían un paso importante en la política europea. (O)
* Tomado de DW