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El Telégrafo

Para una antología de frases estúpidas

15 de septiembre de 2013

Las hay, en particular, de famosos, famosas, políticos. El expresidente George W. Bush se lleva la palma con varias entradas, una del 5 de agosto de 2004, cuando se sinceró diciendo: “Nuestros enemigos son innovadores y tienen recursos, y nosotros también. No dejan de pensar nunca en nuevas maneras de hacer daño a nuestro país y a nuestra gente, y nosotros tampoco”.

Un veterano opuesto a la guerra de Vietnam, hoy guerrerista, John Kerry, secretario de Estado de Obama, califica doblemente para la antología  con su cuestionable frase: “No tenemos otra alternativa que bombardear a Siria”, frase que remata con esta perla: “Y los EE.UU. no asumen responsabilidad por las consecuencias”.

En primer lugar, las guerras de la posmodernidad son genocidas. Ni siquiera unas Naciones Unidas reformadas, como se ha propuesto, podrían dar legitimidad o legalidad a la guerra, mal en sí. Su misión es la paz, deconstruir la cultura de la guerra y socializar una nueva cultura, de solidaridad, equidad, justicia.

Más aún, las guerras actuales no son “la continuación de la política por otros medios”. Son “la continuación de la ausencia de la política por otros medios”,  como sostuvo en 1960  el filósofo posestructuralista  Jean Baudrillard, en referencia a la Guerra del Golfo, invirtiendo la fórmula del militar prusiano Von Clausewitz y dejándola desactualizada, como para que no se siga enseñando en las academias militares del mundo.

Para el caso de Siria hay alternativas inteligentes, desde su propuesta en 2001 de que los Estados del Medio Oriente descarten las armas nucleares y químicas, no aceptada por presiones del sionismo, que es el que impone las opciones bélicas. Ahora Siria contempla  poner el arsenal químico bajo control de la ONU y unirse a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), a la que Israel no pertenece.

En segundo lugar, no es muy inteligente declarar con tanta arrogancia e hipocresía que los EE.UU. no asumen la responsabilidad de las consecuencias del bombardeo, que bien pueden anticipar.

La alternativa de fondo es  la “renuncia a la guerra como instrumento de política nacional”. Lo propuso el pacto Kellogg-Briand, que comenté al cumplirse el pasado 27 de agosto 85 años, como un momento de lucidez mental y moral de la humanidad. Ahora tendría que incluirse una reflexión sobre las causas de la guerra, instrumento  de políticas militares económicas imperialistas, que alimentan la ilusión de un mundo capitalista.

“Mai più guerra”. “Nunca más guerra” es la consigna del papa Francisco, para creyentes y no creyentes. Su convicción es que “la guerra siempre marca el fracaso de la paz y ello es siempre una derrota para la humanidad”.

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