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El Telégrafo

Para quién juegan los tibios

08 de junio de 2012

“A los tibios los vomitaré de mi boca”, se espeta en el Evangelio. “No he venido a traer la paz sino la espada”, también en el Nuevo Testamento. Y en Nietzsche: “Hipócritas amantes del conocimiento puro: ignoráis la inocencia del deseo”.

Lo neutro es un triste invento de la modernidad, ligado al imaginario avalorativo que propone la ciencia. Pero como Max Weber sostuvo alguna vez, la neutralidad es una contradicción en sus términos: quien quiere eliminar los valores, valora eliminarlos. Es decir, sigue preso de valores, en una aporía irresoluble.

Viendo una reciente entrevista al presidente Correa que se difundió en todo el continente, hubo mucha tela que cortar sobre esto de los valores. El periodista de la cadena estadounidense CNN pretendió que el Presidente reconociera que es un gran logro salir en la tapa de la revista Times, lo que está reservado a los líderes de derecha y pro estadounidenses de Latinoamérica. Correa lo desestimó con claros argumentos.

Lo curioso es que el periodista tiene tan naturalizado su propio punto de vista, que dio la impresión de creer que el Presidente no le decía la verdad. Ese entrevistador, en su amplia ignorancia, no concebía que nadie pensara diferente a ese sentido común sedimentado según el cual las revistas de EE.UU. definen quién es quién en nuestro subcontinente.

Ese periodista, como tantos otros ciudadanos de diversas ocupaciones y oficios, cree que su modo de ver el mundo es natural y neutro. Él es de quienes se escandalizan por lo muy “ideologizados” que estarían quienes se oponen a sus propios puntos de vista. Él, en cambio, se cree impoluto e “independiente” y no tolera a quienes asumen una ideología explícita, que son aquellos que se separan del sentido común establecido (es decir, los capaces de no reproducir la ideología dominante).

Es que los que van contra lo dominante se distinguen de inmediato como críticos, y por ello se los percibe como “ideologizados”. Los que repiten la bobería hegemónica del capitalismo mundial, en cambio, reiteran el sentido común naturalizado y, por ello, se figuran neutros, puramente descriptivos, avalorativos. Son tan parecidos a todos y por ello tan nadie, que no se los distingue ni diferencia del “fondo de sentido” consolidado y preestablecido. 

Pero ninguno de nosotros está en el mundo en la neutra actitud del espectador. Como el filósofo Heidegger decía, estamos siempre situados en la vida, perspectivizados, puestos en un lugar y no en otro. La platónica neutralidad dejémosla a los dioses del Olimpo, pues nunca fue dada a los humanos. Dejémosla a los dioses y también a los partidarios de la derecha ideológica, esos que pretenden ser su continuidad espiritual intramundana.

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