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El Telégrafo

Para no saltar al vacío

27 de marzo de 2013

La acuñada frase “el dinero es el estiércol del diablo” podría también ser aplicada al petróleo. Para unos puede ser un ingrediente de  salvación; para otros, el motivo de una invasión para el despojo; y para un tercer grupo, una nube deprimente de oscuridad tóxica.

En el Ecuador de antes del año 2007 los gobiernos perdieron toda iniciativa frente al capital extranjero en el manejo de ese recurso. Volvamos la mirada hacia atrás para recordar la construcción del oleoducto de crudos pesados. El país ni siquiera supo cuanto costó en realidad y tampoco pudo gestionar ningún resguardo ambiental, cediéndolo todo en beneficio de las empresas extranjeras que se asociaron, en forma vertical, una sobre otra, para integrar la máquina empresarial e industrial que lo construyó.

Si no hubiese sido por la transformación política ocurrida en el país, no habríamos reingresado a la OPEP y lo más seguro sería que la Refinería de Esmeraldas hace rato que ya se habría cerrado, para gozo y felicidad de los traficantes de los derivados del petróleo. Pero aquello no sucedió. La inversión más grande del país es la Refinería del Pacífico, cuyo único fin es que el Ecuador ahorre 3 mil millones de dólares anuales. Coincidimos en que su construcción debe contemplar rigurosos resguardos técnicos y ambientales para que el petróleo no se nos convierta en la frase inicial de este artículo.

Mucho se ha hablado de la renegociación de los contratos; todo se ha reducido a la discusión de si se trata de prestación de servicios o de participación, cuando el asunto de fondo es qué monto de la renta petrolera le pertenece al Estado, que es el verdadero dueño del recurso. Hoy se construyen las esferas de almacenamiento en la Península de Santa Elena, a fin de evitar que un proveedor privado almacene el gas licuado de petróleo (¡en un buque y durante ocho días!), y le ponga en jaque a todo el país. Es increíble, pero cierto.

Para este año el precio internacional del crudo podría mantenerse estancado. No es una profecía de auto-cumplimiento, sino de la consecuencia de una probable desaceleración de la economía de China y de otros países, de la falta de visión para capear el temporal en Europa y de las dificultades que enfrenta la economía estadounidense. Lo más probable es que el estancamiento de los precios solo sea pasajero, considerando el ritmo en el que se encuentra la extracción mundial; a menos que EE.UU. y Canadá decidan explotar sus arenas bituminosas o se desaten guerras internacionales.

Debemos tener conciencia de que el petróleo no es abundante y que en algún momento tiene que agotarse. Con mayor razón, esto nos obliga a poner más atención en su cuidado.

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