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El Telégrafo

Para no quebrar

04 de junio de 2013

El primer gobierno de la quinta República Francesa (1959), presidido por Charles de Gaulle (en el cual participaron personajes de la talla de Malraux), como fortaleza para su participación en la Comunidad Económica Europea (CEE) y su apertura al mercado común, consideró prioritaria la modernización de la actividad agrícola y al ser interrogado el gobierno por los agricultores hasta qué grado debía llegar la tecnificación, el Ministro de Agricultura, al cual se le reconocerían las innovaciones del desarrollo agrícola francés, contestó como advertencia: “Hasta que quiebren”.

La reflexión anteriormente expresada nos advierte que la tecnificación debe estar en función de la capacidad técnica y financiera de los agricultores  donde va a ser aplicada. Como ejemplo tenemos la tecnología de la denominada “Revolución Verde” cuyos costes financieros no fueron soportados por la economía de los pequeños productores de los países subdesarrollados, pero favorecieron el crecimiento de la producción de las grandes empresas, sin que esto haya significado el desarrollo de la sociedad donde prosperaban.

Esto no significa que la tecnificación origine conflicto entre la gran empresa y el pequeño productor en su contribución para el desarrollo. Francia, país considerado como el líder europeo del desarrollo agrícola, cuenta con más de 500.000 pequeños productores adecuadamente tecnificados sin excesos de inversiones que comprometan su financiamiento.

En nuestro país, los promedios de producción agrícola son notablemente inferiores a los que obtienen nuestros vecinos, no obstante, las grandes empresas nacionales vinculadas con la exportación lucen prósperas y seguramente su producción es muy superior a la que obtienen los pequeños productores, resultado que se podría atribuir únicamente al empleo de la tecnología sin considerar que esto es posible gracias a la seguridad del mercado y al precio que obtienen por su producción estas empresas.

El 75% de las unidades de producción agrícola (UPA)  de nuestro país corresponde a superficies menores de 10 hectáreas y constituyen la columna vertebral de la seguridad alimentaria, las cuales, además de tecnificación, necesitan capacitación y, sobre todo, organización y las mismas seguridades que tienen las grandes empresas para vender sus productos. Estas condiciones deben expresarse en una sólida política agrícola de apoyo del Estado, para que el coste de la tecnificación no quiebre al pequeño productor.

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